Página 198 - En los Lugares Celestiales (1968)

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El voto de fidelidad del cristiano, 1 de julio
Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he
apartado de los pueblos para que seáis míos.
Levítico 20:26
.
El carácter de aquel que acude a Dios por la fe dará testimonio de
que el Salvador ha entrado en su vida dirigiéndolo todo, penetrándolo
todo. La tal persona siempre estará preguntando: “¿Es ésta tu voluntad
y es éste tu camino, mi Salvador?” Constantemente mirará a Jesús, el
autor y consumador de su fe. Consulta la voluntad de su divino Amigo
en cuanto a todas sus acciones, porque sabe que en esta confianza está su
fuerza. Ha desarrollado el hábito de levantar su corazón a Dios en cada
perplejidad, cada incertidumbre.
El que acepta a Dios como su Soberano debe prestar el juramento de
fidelidad a él. Debe vestir el uniforme cristiano y enarbolar la bandera
que muestra a qué ejército pertenece. Debe hacer plena confesión de
su fidelidad a Cristo. Es imposible esconderla. La divisa de Cristo debe
aparecer en la vida en obras santificadas.
“Yo Jehová vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos”. “Ha-
béis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado
de los pueblos para que seáis míos”. “Y el mismo Dios de paz os san-
tifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea
guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. “Este
pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará”.
Levítico 20:24, 26
;
1 Tesalonicenses 5:23
;
Isaías 43:21
...
La completa sujeción mediante Cristo a la voluntad de Dios es nuestra
única salvaguardia. Los pensamientos e impulsos egoístas que asuelan
el alma produciendo notas discordantes, pueden ser separados de la vida
solamente cuando el ser entero esté bajo el control de Cristo. Las palabras
del Salvador a todos los elementos indómitos son: “Calla, enmudece”.
Cristo da la bienvenida a todos los que lo aceptan como su Salvador,
y reina sobre ellos como su rey... Nuestro celo por el avance del reino
de Dios debe distinguirnos como súbditos fieles de la cruz de Cristo.—
Manuscrito 82, 1900
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