Confianza absoluta en Dios, 2 de julio
La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu
cuerpo estará lleno de luz.
Mateo 6:22
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La obra del Espíritu de Dios en el hombre no es tal que lo incapacite
para realizar los deberes comunes de la vida. No debe haber una religión
para los negocios y otra para la iglesia. La obra del Espíritu de Dios
abarca el ser entero, alma, cuerpo y espíritu.
Si la Palabra de Dios es albergada como un principio permanente en
el corazón y se la mantiene bajo cualquier circunstancia, el hombre es
llevado, con las habilidades que le fueron dadas, bajo [la sujeción de]
el Señor Jesucristo. Sus facultades indivisas, aun sus pensamientos, son
llevados en cautiverio a Cristo. Esto es verdadera santificación. Todas
las partes de la experiencia se fusionan en completa armonía. No le falta
nada. No guarda nada para sí, para hacer lo que le place con ello...
“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo
tu cuerpo estará lleno de luz”. Dice: “tu ojo”, no el de alguna otra
persona. La rica experiencia que es nuestro privilegio tener, la perdemos
cuando esperamos que algún otro vea por nosotros y nos guíe en nuestra
experiencia espiritual como si fuéramos ciegos. Debemos tener un ojo
puro para la gloria de Dios, un propósito único y persistente de dejar a
un lado el yo y las preferencias de los otros...
El que verdaderamente ama y teme a Dios, luchando con entereza
de propósito para hacer su voluntad, pondrá su cuerpo, su mente, su
corazón, su alma, su fuerza al servicio de Dios. Tal fue el caso de Enoc.
Caminó con Dios. Su mente no estaba contaminada por una visión
impura, defectuosa. Los que están decididos a hacer de la voluntad de
Dios la suya, deben servir y agradar a Dios en todo. Entonces el carácter
será armonioso y bien equilibrado, consistente, agradable y verdadero.—
Carta 128, 1897
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