Página 206 - En los Lugares Celestiales (1968)

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Salvaguardando las facultades morales, 9 de julio
Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os
abstengáis de los deseos carnales, que batallan contra el alma.
1
Pedro 2:11
.
Existe hoy una alarmante trivialidad en la conversación que muestra
un bajo estado de pensamientos y de moralidad. La verdadera dignidad de
carácter es muy rara. La verdadera modestia y reserva se ven raramente.
Hay unos pocos que son puros y no contaminados... Dios contempla con
desagrado estas cosas...
Los pensamientos contaminados albergados llegan a ser hábito y el
alma queda desfigurada y contaminada. Una vez cometida una mala ac-
ción, queda una mancha que no la puede quitar sino la sangre de Cristo; y
si el hábito no es rechazado con firme determinación, el alma se corrom-
pe y las corrientes que fluyen de esta fuente corrompida contaminarán a
otros.—
Carta 26d, 1887
.
Hay hombres y mujeres que invitan a la tentación; se ponen en
situaciones en las cuales serán tentados, donde no podrán evitarlo al
colocarse en compañías objetables. La mejor manera de estar a salvo del
pecado es actuar con la debida consideración en todo tiempo y bajo todas
las circunstancias, nunca actuar impulsivamente. Actúa con el temor de
Dios siempre delante de ti y estarás seguro de actuar correctamente; y
deja que Dios cuide de tu reputación. La calumnia no podrá entonces
mancillar en un ápice tu carácter. Nadie puede degradar nuestro carácter
sino nosotros mismos mediante nuestra propia conducta...
Debe mantenerse la mente meditando en temas puros y santos. Debe
rechazarse de inmediato toda sugestión impura, y deben cultivarse pen-
samientos puros, elevadores, la santa contemplación, obteniendo así más
y más conocimiento de Dios ejercitando la mente en la contemplación
de las cosas celestiales...
Proponte alcanzar una norma elevada y santa; mantén en alto tu
ideal; actúa con firme determinación, como Daniel, intrépidamente, con
perseverancia, y nada que pueda hacer el enemigo estorbará tu progre-
so.—
Ibid
.
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