Bajo la disciplina de Dios, 15 de septiembre
He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por
tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso. Porque él
es quien hace la llaga, y él la vendará; él hiere. y sus manos curan.
Job 5:17, 18
.
Nuestro Padre celestial no aflige o lastima voluntariamente a los hijos
de los hombres. Tiene su propósito en el torbellino y en la tormenta, en
el incendio y en la inundación. El Señor permite que vengan calamidades
sobre su pueblo para salvarlo de mayores peligros. Desea que cada uno
examine su corazón estrecha y cuidadosamente, y entonces se acerque a
Dios para que Dios pueda acercarse a él.
Nuestra vida está en las manos de Dios. El ve peligros que nos
amenazan que nosotros no podemos ver. Es el dador de todas nuestras
bendiciones; ... el ordenador de todas nuestras vicisitudes... Puede per-
mitir que venga sobre su pueblo lo que llene su corazón con tristeza,
porque ve que necesita enderezar la senda para sus pies, para que el cojo
no se salga del camino. Conoce nuestra condición y recuerda que somos
polvo. Aun los mismos cabellos de nuestra cabeza están contados. Obra
mediante las causas naturales para enseñar a su pueblo ... Las pruebas
nos llegan a todos para inducirnos a investigar nuestro corazón, para ver
si está purificado de todo lo que contamina. El Señor constantemente tra-
baja para nuestro bien presente y eterno. Ocurren cosas que nos parecen
inexplicables, pero si confiamos en el Señor y esperamos pacientemente
en él, humillando nuestro corazón delante de él, no permitirá que el
enemigo triunfe...
Cada alma que es salvada debe ser participante con Cristo de sus
sufrimientos para que pueda ser participante con él de su gloria. Por la
prueba de nuestra fe obtenemos fortaleza espiritual. El Señor procura
enseñar a su pueblo a apoyarse enteramente en él.—
Special Testimonies,
Series B 6:5-7
.
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