Página 338 - En los Lugares Celestiales (1968)

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Nuestras obligaciones hacia los pobres, 13 de
noviembre
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis
de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me
cubristeis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
Mateo 25:35, 36
.
Aunque el mundo necesita simpatía, aunque necesita las oraciones y
la ayuda del pueblo de Dios, aunque necesita ver a Cristo en la vida de
los que le siguen, los hijos de Dios necesitan igualmente oportunidades
que atraigan sus simpatías, den eficiencia a sus oraciones y desarrollen
en ellos un carácter semejante al Modelo divino.
Para proporcionar estas oportunidades, Dios colocó entre nosotros a
los pobres, los infortunados, los enfermos y los dolientes. Son el legado
de Cristo a su iglesia, y han de ser cuidados como el los cuidaría. De esta
manera, Dios elimina la escoria y purifica el oro, dándonos la cultura del
corazón y del carácter que necesitamos.
El Señor podría llevar a cabo su obra sin nuestra cooperación. No
depende de nuestro dinero, nuestro tiempo, nuestro trabajo. Pero la
iglesia es muy preciosa a su vista. Es el estuche que contiene sus joyas,
el aprisco que encierra su rebaño, y anhela verla sin mancha, tacha ni
cosa semejante. Siente por ella anhelos de amor indecible. Esta es la
razón por la cual nos ha dado oportunidades de trabajar para él, y acepta
nuestras labores como prueba de nuestro amor y lealtad.
Al poner entre nosotros los pobres y los dolientes, el Señor nos prueba
para revelarnos lo que hay en nuestros corazones...
El mundo se convencerá no tanto por lo que el púlpito enseña como
por lo que la iglesia vive. El predicador anuncia la teoría del Evangelio,
pero la piedad práctica de la iglesia demuestra su poder.—
Joyas de los
Testimonios 2:499, 498
.
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