La conmoción profunda del espíritu, 24 de noviembre
Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con
vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no
puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le
conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.
Juan
14:16, 17
.
El pueblo de Dios parece incapaz de comprender y apropiarse de
esta promesa. Parece pensar que sobre el alma sedienta han de caer
únicamente los más exiguos aguaceros de la gracia... No ha sentido
la necesidad de alcanzar los excelsos privilegios provistos a un costo
infinito...
No es por alguna restricción de parte de Dios por que las riquezas de
su gracia no fluyen hacia los hombres... Si todos estuvieran dispuestos a
recibirlo, todos serían henchidos con el Espíritu. Al mantenernos confor-
mes con pequeñas bendiciones, nos incapacitamos para la recepción del
Espíritu en su ilimitada plenitud. Nos satisfacemos demasiado fácilmente
con una onda en la superficie, cuando es nuestro privilegio esperar la
conmoción profunda del Espíritu de Dios. Esperando poco, recibimos
poco.
Todos debieran comprender la necesidad de la obra del Espíritu
Santo. A menos que este Espíritu sea aceptado y albergado como el
representante de Cristo, cuya obra consiste en renovar y santificar el
ser entero, las verdades trascendentales que les han sido confiadas a los
seres humanos perderán su poder sobre la mente. No es suficiente que
poseamos un conocimiento de la verdad. Hemos de caminar y obrar en
amor, conformando nuestra voluntad a la voluntad de Dios. De los que
hacen esto el Señor dice: “Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre
su corazón las escribiré”.
Hebreos 8:10
... Así se renueva la relación
divina entre el hombre y Dios. “Y seré a ellos por Dios”, dice, “y ellos
me serán a mí por pueblo”.—
The Review and Herald, 10 de junio de
1902
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