Un amigo en la corte celestial, 8 de febrero
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su
grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por
la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia
incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los
cielos para vosotros.
1 Pedro 1:3, 4
.
¿Hay alguna razón por la cual esta esperanza viviente no debiera
darnos tanta confianza y tanto gozo en este tiempo, como lo hizo con los
discípulos en la iglesia primitiva? Cristo no está encerrado en la tumba
nueva de José. El resucitó, ascendió al cielo, y debemos ejercer nuestra
fe para que el mundo pueda ver que tenemos una esperanza viviente...
Nuestra esperanza no carece de fundamento; nuestra herencia no es
corruptible. No es un producto de la imaginación.—
The Review and
Herald, 6 de agosto de 1889
.
Leemos en la Biblia acerca de la resurrección de Cristo de los muer-
tos; pero, ¿actuamos como creyendo en ello? ¿Creemos que Jesús es un
Salvador viviente, que no está en la tumba nueva de José, con la gran
piedra encima, sino que se levantó de entre los muertos y ascendió al
cielo para llevar cautiva a la cautividad y para dar dones a los hombres? ...
Debemos tomarle la palabra a Cristo, creer que él vino para representar
al Padre, y que el Padre, tal como está representado en Cristo, es nuestro
amigo y que no desea que perezcamos, de otra manera no habría enviado
a su Hijo para que muriera como nuestro sacrificio. La cruz del Calvario
es una garantía eterna para cada uno de nosotros, de que Dios quiere
que seamos felices, no solamente en la vida futura sino también en esta
vida.—
The Review and Herald, 8 de marzo de 1892
.
“La muerte de Cristo acarrea al que rechaza su misericordia la ira de
los juicios de Dios, sin mezcla de misericordia. Esta es la ira del Cordero.
Pero la muerte de Cristo es esperanza y vida eterna para todos los que lo
reciben y creen en él.—
Testimonios para los Ministros, 139
.
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