Rompiendo el poder de la muerte, 7 de febrero
De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh
muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol.
Oseas
13:14
.
¡Bien podían los cielos haber quedado asombrados por la recepción
que su amado Capitán recibió en el mundo! ... El hizo el mundo, y sin
embargo el mundo no lo conoció. Amigos lo negaron, lo abandonaron y
lo traicionaron. Fue presa de tentaciones. La agonía humana convulsionó
su alma divina. Fue lacerado por crueles azotes. Sus manos fueron
clavadas, sus santas sienes fueron coronadas de espinas... Fueron las
maquinaciones de Satanás las que hicieron de la vida de Cristo una
oscura serie de aflicciones y tristezas; y por último maquinó la muerte
de Cristo, en cuyo acto destruyó su propio trono.
En el acto de morir, Cristo estaba destruyendo a aquel que tenía el
imperio de la muerte. Llevó a cabo el plan, terminó la obra que había
convenido en realizar desde la caída de Adán. Al morir por la culpa
de un mundo pecador, él restauró al hombre caído a la posición de la
cual había caído a consecuencia de la desobediencia, a condición de la
obediencia a los mandamientos de Dios...
Nuestra salvación fue obrada mediante el infinito sufrimiento del
Hijo de Dios. Su pecho divino llevó la angustia, la agonía, el dolor que
la pecaminosidad de Adán trajo sobre la raza humana. El calcañar de
Cristo fue herido a la verdad cuando su humanidad sufrió, y el pesar más
profundo que haya oprimido alguna vez a los seres que había creado
abrumó su alma mientras estaba pagando la vasta deuda que el hombre
debía a Dios.—
Manuscrito 75, 1886
.
Al llevar la penalidad del pecado y al bajar a la tumba, Cristo la
iluminó para todos los que mueren con fe. Dios, en forma humana, sacó
a luz la vida y la inmortalidad por el Evangelio. Al morir, Cristo aseguró
la vida eterna a todos los que crean en él.—
Joyas de los Testimonios
2:488
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