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Eventos de los Últimos Días
Los preciosos muertos, desde Adán hasta el último santo que
fallezca, oirán la voz del Hijo de Dios, y saldrán del sepulcro para
tener vida inmortal.—
El Deseado de Todas las Gentes, 558 (1898)
.
Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relám-
pagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida
a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los jus-
tos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: “¡Despertaos,
despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!”
Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los
que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas
de la multitud extraordinaria de todas la naciones, tribus, lenguas y
pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal
gritando: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro,
tu victoria?”
1 Corintios 15:55
. Y los justos vivos unen sus voces a
las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de
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victoria.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 702 (1911)
.
De las cuevas, escondrijos y calabozos
En las fortalezas de las montañas, en las cuevas y guaridas de la
tierra, el Salvador revela su presencia y su gloria.
Un poco más de tiempo, y el que ha de venir vendrá y no tardará.
Sus ojos, como llama de fuego penetran en las prisiones bien custo-
diadas para buscar a los que están ocultos, porque sus nombres están
escritos en el libro de vida del Cordero. Esos ojos del Salvador están
por encima de nosotros, a nuestro alrededor, y ven toda dificultad,
disciernen todo peligro, y no hay lugar donde no puedan penetrar,
no hay aflicciones o sufrimientos de su pueblo que escapen a la
simpatía de Cristo [...].
El hijo de Dios quedará aterrorizado ante la primera visión de
la majestad de Jesús. Sentirá que no podrá vivir ante su sagrada
presencia. Pero al igual que Juan, oye decir: “No temas”. Jesús
colocó su mano derecha sobre Juan y lo levantó del suelo. Así
también hará con sus hijos leales que confían en él.—
A Fin de
Conocerle, 362 (1886)
.
Los herederos de Dios han venido de buhardillas, chozas, cár-
celes, cadalsos, montañas, desiertos, cuevas de la tierra, y de las