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Eventos de los Últimos Días
a su poder, el Espíritu de Dios consumirá el pecado. Pero si los
hombres se aferran al pecado, llegan a identificarse con él. Entonces
la gloria de Dios, que destruye el pecado, debe destruirlos a ellos
también.—
El Deseado de Todas las Gentes, 82-83 (1898)
.
La gloria de su rostro, que es vida para los justos, será fuego
consumidor para los impíos.—
El Deseado de Todas las Gentes, 552
(1898)
.
La destrucción de los impíos es un acto de misericordia
¿Podrían acaso aquellos cuyos corazones están llenos de odio
hacia Dios y a la verdad y a la santidad alternar con los ejércitos
celestiales y unirse a sus cantos de alabanza? ¿Podrían soportar la
gloria de Dios y del Cordero? No, no; años de prueba les fueron
concedidos para que pudiesen formar caracteres para el cielo; pero
nunca se acostumbraron a amar lo que es puro; nunca aprendieron
el lenguaje del cielo, y ya es demasiado tarde. Una vida de rebelión
contra Dios los ha inhabilitado para el cielo. La pureza, la santidad
y la paz que reinan allí serían para ellos un tormento; la gloria de
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Dios, un fuego consumidor. Ansiarían huir de aquel santo lugar.
Desearían que la destrucción los cubriese de la faz de Aquel que
murió para redimirlos. La suerte de los malos queda determinada
por la propia elección de ellos. Su exclusión del cielo es un acto de
su propia voluntad y un acto de justicia y misericordia por parte de
Dios.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 598 (1911)
.
¡Rumbo al hogar!
Los justos vivos son mudados “en un momento, en un abrir
de ojo”. A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son hechos
inmortales, y juntamente con los santos resucitados son arrebatados
para recibir a Cristo su Señor en los aires. Los ángeles “juntarán sus
escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro”.
Santos ángeles llevan niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a
quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para
no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad
de Dios.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 703 (1911)
.