230
            
            
              Eventos de los Últimos Días
            
            
              en virtud de la muerte o de la resurrección. Saldréis de la tumba
            
            
              con la misma disposición que manifestasteis en vuestro hogar y en
            
            
              la sociedad. Jesús no cambia el carácter en su venida. La obra de
            
            
              transformación debe hacerse ahora. Nuestra vida diaria determina
            
            
              nuestro destino. Debemos arrepentimos de nuestros defectos de
            
            
              carácter y vencerlos mediante la gracia de Cristo, y debe formarse un
            
            
              carácter simétrico mientras estamos en este período de prueba, a fin
            
            
              de que seamos idóneos para las mansiones de arriba.—
            
            
              Manuscript
            
            
              Releases 13:82 (1891)
            
            
              .
            
            
              La atmósfera pacífica y amante del cielo
            
            
              La paz y la armonía de los atrios celestiales no serán contami-
            
            
              nadas por la presencia de alguien que sea descortés o rudo.—
            
            
              The
            
            
              Signs of the Times, 140 (1904)
            
            
              .
            
            
              [249]
            
            
              En el cielo todo es noble y elevado. Todos buscan el interés y
            
            
              la felicidad de otros. Ninguno se dedica a velar por sí mismo y a
            
            
              cuidarse a sí mismo. El principal gozo de todos los seres santos
            
            
              es presenciar el gozo y la felicidad de aquellos que los rodean.—
            
            
              Testimonies for the Church 2:239 (1869)
            
            
              .
            
            
              Me pareció estar allí donde todo era paz, donde jamás pueden
            
            
              entrar los conflictos tormentosos de la tierra; a saber, en el cielo, un
            
            
              reino de justicia donde están congregados todos los santos y puros y
            
            
              bienaventurados, diez mil veces diez mil y miles de miles, viviendo
            
            
              y caminando en intimidad feliz y pura, alabando a Dios y al Cordero
            
            
              que está sentado en el trono.
            
            
              Sus voces estaban en perfecta armonía. Nunca se hacen daño
            
            
              unos a otros. Los príncipes del cielo, los potentados de este poderoso
            
            
              reino, solo son rivales en el bien, en buscar la felicidad y el gozo
            
            
              mutuos. El mayor allí es el menor en autoestima, y el menor es el
            
            
              mayor en su gratitud y en su riqueza de amor.
            
            
              No hay errores oscuros que nublen el intelecto. La verdad y el
            
            
              conocimiento—claros, vigorosos y perfectos—han ahuyentado toda
            
            
              duda, y ninguna penumbra de duda arroja su sombra funesta sobre
            
            
              sus felices habitantes. No hay voces de contienda que contaminen la
            
            
              dulce y perfecta paz del cielo. Sus habitantes no conocen tristeza, ni
            
            
              dolor, ni lágrimas. Todo está en perfecta armonía, en perfecto orden
            
            
              y en perfecta bienaventuranza [...].