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La iglesia de Dios de los últimos días
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Habrá quienes pretenderán recibir visiones. Cuando Dios os dé
evidencia clara de que la visión procede de él podéis aceptarla, pero
no la aceptéis basándoos en ninguna otra evidencia, porque la gente
será descarriada cada vez más en los países extranjeros y en los
Estados Unidos.—
Mensajes Selectos 2:82 (1905)
.
Sus doctrinas bíblicas peculiares
El tiempo transcurrido en 1844 fue un período de grandes even-
tos, que abrió ante nuestros ojos asombrados la purificación del
Santuario que se llevaba a cabo en el cielo, y tuvo una decidida
relación con el pueblo Dios sobre la tierra; [también con] los men-
sajes del primero y segundo ángeles y con el tercero, y desplegó el
estandarte en el cual estaba inscrito: “Los mandamientos de Dios
y la fe de Jesús”. Uno de los hitos de este mensaje fue el templo
de Dios, visto en el cielo por su pueblo amante de la verdad, y el
arca que contenía la ley de Dios. La luz del día de reposo del cuarto
mandamiento resplandeció con sus fuertes rayos en el camino de
los transgresores de la ley divina. La no inmortalidad de los mal-
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vados es un antiguo hito. No puedo recordar nada más que pueda
colocarse bajo el título de los antiguos hitos.—
Counsels to Writers
and Editors, 30-31 (1889)
.
La misión distintiva de los adventistas del séptimo día
El Señor nos ha hecho los depositarios de su ley; nos ha confiado
una verdad sagrada y eterna, que debe darse a otros mediante adver-
tencias fieles, reprensiones y [palabras de] aliento.—
Testimonies for
the Church 5:381 (1885)
.
Los adventistas del séptimo día han sido elegidos por Dios como
pueblo particular, separado del mundo. Con el gran instrumento de
la verdad, los ha sacado de la cantera del mundo y los ha relacionado
consigo. Ha hecho de ellos representantes suyos, y los ha llamado a
ser sus embajadores durante esta última fase de la obra de salvación.
Les ha encargado que proclamen al mundo la mayor suma de verdad
que se haya confiado alguna vez a seres mortales, las advertencias
más solemnes y terribles que Dios haya enviado alguna vez a los
hombres.—
Joyas de los Testimonios 3:140 (1902)
.