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El pequeño tiempo de angustia
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cuando la verdad es presentada de esa manera. El predicar de Cristo
crucificado, Cristo nuestra justicia, es lo que satisface el hambre del
alma. Cuando obtenemos el interés de la gente en esta gran verdad
central, la fe, la esperanza y el valor vienen al corazón.—GCDB
Enero 28, 1893.
Debido a su fe, muchos serán privados de su casa y de su herencia
aquí, pero si le dan sus corazones a Cristo, recibiendo el mensaje de
su gracia y descansando en [él,] su Sustituto y Garante, el mismo
Hijo de Dios, todavía podrán ser llenos de gozo.—ST Junio 2, 1898.
La persecución esparce al pueblo de Dios
A medida que en diferentes lugares se suscite enemistad contra
los que observan el día de reposo del Señor, podría resultar necesario
para el pueblo de Dios que se trasladen de esos lugares a otros,
donde no enfrenten una oposición tan acérrima.
Dios no les pide a sus hijos que permanezcan en un lugar donde,
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a causa de hombres impíos, su influencia se anule y sus vidas co-
rran peligro. Cuando la libertad y la vida estén en peligro, no sólo
tenemos el privilegio, sino el absoluto deber de ir a lugares donde la
gente esté dispuesta a oír la Palabra de vida, y donde las oportunida-
des para predicar la Palabra sean más favorables.—
Manuscrito 26,
1904
.
Pronto vendrá el tiempo cuando el pueblo de Dios, debido a la
persecución, será esparcido en muchos países. Aquellos que hayan
recibido una educación completa, estarán en situación ventajosa
doquiera les toque estar.—
Manuscript Releases 5:280 (1908)
.
La persecución induce a la unidad entre el pueblo de Dios
Cuando la tormenta de la persecución realmente se desate sobre
nosotros, las verdaderas ovejas oirán la voz del verdadero Pastor. Se
harán esfuerzos abnegados para salvar a los perdidos, y muchos que
se habían extraviado lejos del redil regresarán para seguir al gran
Pastor. El pueblo de Dios se unirá y presentará al enemigo un frente
unido. Ante el peligro común, cesará la lucha por la supremacía
y no habrá disputas sobre quién debe ser considerado el mayor.—
Testimonies for the Church 6:401 (1900)
.