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Las siete últimas plagas y los impíos (el gran tiempo de angustia, parte 1)
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La certeza de los juicios de Dios
En nuestros días se representa el amor de Dios como de un ca-
rácter tal que impediría que él destruyese al pecador. Los hombres
razonan en base a su propia norma inferior de lo correcto y justo.
“Pensabas que de cierto sería yo como tú”.
Salmos 50:21
. Miden
a Dios comparándolo con ellos mismos. Razonan sobre cómo ac-
tuarían bajo las circunstancias y llegan a la conclusión de que Dios
haría como ellos se imaginan que haría...
En ningún reino ni gobierno se les permite decir a los trans-
gresores de la ley qué castigo debe ejecutarse contra aquellos que
han violado la ley. Todo lo que tenemos, todas las mercedes de su
gracia que poseemos, se las debemos a Dios. El carácter ofensivo del
pecado contra un Dios tal no puede estimarse más de lo que pueden
medirse los cielos con un palmo. Dios es un gobernador moral así
como un Padre. Es el Legislador. Hace y ejecuta sus leyes. La ley
que no tiene penalidad, no tiene fuerza.
Puede presentarse el razonamiento de que un Padre amante no
aceptaría que sus hijos sufriesen el castigo de Dios por fuego, te-
niendo el poder para socorrerlos. Pero por el bien de sus súbditos y
por su seguridad, Dios castigará al transgresor. Dios no obra basado
en el plan del hombre. El puede aplicar una justicia infinita que el
hombre no tiene derecho de administrar a un semejante. Noé habría
desagradado a Dios si hubiese ahogado a uno de los escarnecedores
y burladores que lo hostigaban, pero Dios ahogó al vasto mundo.
Lot no habría tenido derecho de infligir castigo a sus yernos, pero
Dios lo haría usando de estricta justicia.
¿Quién dirá que Dios no hará lo que él dice que hará?—
Manuscript Releases 12:207-209
;
Manuscript Releases 10:265
(1876)
.
[246]
Los juicios vienen cuando Dios retira su protección
Se me mostró que los juicios de Dios no vendrían sobre ellos
directamente del Señor, sino de esta manera: Ellos se colocan más
allá de su protección. El advierte, corrige, reprueba y señala el único
camino seguro; luego, si aquellos que han sido el objeto de su cuida-
do especial siguen su propio curso, independientemente del Espíritu