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Las siete últimas plagas y los impíos (el gran tiempo de angustia, parte 1)
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golpe diferente como hirió al perverso rey, humillando su orgullo y
haciendo caer sobre él el castigo del Todopoderoso. Herodes murió
en gran agonía mental y corporal bajo el justo castigo de Dios.—
Los Hechos de los Apóstoles en la Proclamación del Evangelio de
Jesucristo, 123 (1911)
.
Un solo ángel dio muerte a todos los primogénitos de los egipcios
y llenó al país de duelo. Cuando David ofendió a Dios al tomar
censo del pueblo, un ángel causó la terrible mortandad con la cual
fue castigado su pecado. El mismo poder destructor ejercido por
santos ángeles cuando Dios se lo ordena, lo ejercerán los ángeles
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malvados cuando él lo permita. Hay fuerzas actualmente listas que
no esperan más que el permiso divino para sembrar la desolación
por todas partes.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos,
672 (1911)
.
Las primeras dos plagas
Cuando Cristo deje de interceder en el santuario, se derramará
sin mezcla la ira de Dios de la que son amenazados los que adoran a
la bestia y a su imagen y reciben su marca.
Apocalipsis 14:9-10
. Las
plagas que cayeron sobre Egipto cuando Dios estaba por libertar a
Israel fueron de índole análoga a los juicios más terribles y extensos
que caerán sobre el mundo inmediatamente antes de la liberación
final del pueblo de Dios. En el Apocalipsis se lee lo siguiente con
referencia a esas mismas plagas tan temibles: “Vino una plaga mala
y dañosa sobre los hombres que tenían la señal de la bestia, y sobre
los que adoraban su imagen”. El mar “se convirtió en sangre como de
un muerto; y toda alma viviente fue muerta en el mar”.
Apocalipsis
16:2-3
.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 685-686
(1911)
.
Las plagas estaban cayendo sobre los moradores de la tierra.
Algunos acusaban a Dios y le maldecían. Otros acudían presurosos
al pueblo de Dios en súplica de que les enseñase cómo escapar a
los juicios divinos. Pero los santos no tenían nada para ellos. Había
sido derramada la última lágrima en favor de los pecadores, ofrecida
la última angustiosa oración, soportada la última carga y dado el
postrer aviso.—
Primeros Escritos, 281 (1858)
.