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El regreso de Cristo
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quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para
no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad
de Dios.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 703 (1911)
.
Juntos entramos en la nube y durante siete días fuimos ascen-
diendo al mar de vidrio.—
Primeros Escritos, 16 (1851)
.
Cuando el carro ascendía, las ruedas exclamaban: “¡Santo!” y
las alas, al batir, gritaban: “¡Santo!” y la comitiva de santos ánge-
les que rodeaba la nube exclamaba: “¡Santo, santo, santo, Señor
Dios Todopoderoso!” Y los santos en la nube cantaban: “¡Gloria!
¡Aleluya!”—
Primeros Escritos, 34 (1851)
.
¡Oh, cuán glorioso será verle y recibir la bienvenida como sus
redimidos! Largo tiempo hemos aguardado; pero nuestra esperanza
no debe debilitarse. Si tan sólo podemos ver al Rey en su hermo-
sura, seremos bienaventurados para siempre. Me siento inducida a
clamar con gran voz: “¡Vamos rumbo a la patria!”—
Joyas de los
Testimonios 3:257 (1904)
.
Los ángeles cantan: ¡Cristo ha vencido!
En aquel día los redimidos resplandecerán en la gloria del Padre
[285]
y del Hijo. Tocando sus arpas de oro, los ángeles darán la bienve-
nida al Rey y a los trofeos de su victoria: los que fueron lavados y
emblanquecidos en la sangre del Cordero. Se elevará un canto de
triunfo que llenará todo el cielo. Cristo habrá vencido. Entrará en
los atrios celestiales acompañado por sus redimidos, testimonios de
que su misión de sufrimiento y sacrificio no fue en vano.—
Joyas de
los Testimonios 3:432 (1909)
.
Con amor inexpresable, Jesús admite a sus fieles “en el gozo de
su Señor”. El Salvador se regocija al ver en el reino de gloria las
almas que fueron salvadas por su agonía y humillación.—
Seguridad
y Paz en el Conflicto de los Siglos, 705 (1911)
.
Cristo contemplará entonces su recompensa en los resultados
de su obra. En aquella gran multitud que no podrá ser contada por
ningún hombre, presentada “irreprensible delante de la presencia de
su gloria con gozo extremado”. Aquel cuya sangre nos ha redimido
y cuya vida ha sido para nosotros una enseñanza, “verá el fruto
del trabajo de su alma, y quedará satisfecho”.—
La Educación, 298
(1903)
.