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Eventos de los Últimos Días
Nuestra disposición no ha cambiado
Si queréis ser santos en el cielo, primero debéis serlo en la tierra.
Los rasgos de carácter que acariciáis en esta vida no cambiarán
en virtud de la muerte o de la resurrección. Saldréis de la tumba
con la misma disposición que manifestasteis en vuestro hogar y en
la sociedad. Jesús no cambia el carácter en su venida. La obra de
transformación debe hacerse ahora. Nuestra vida diaria determina
nuestro destino. Debemos arrepentirnos de nuestros defectos de
carácter y vencerlos mediante la gracia de Cristo, y debe formarse un
carácter simétrico mientras estamos en este período de prueba, a fin
de que seamos idóneos para las mansiones de arriba.—
Manuscript
Releases 13:82 (1891)
.
La atmósfera pacífica y amante del cielo
La paz y la armonía de los atrios celestiales no serán conta-
minadas por la presencia de alguien que sea descortés o rudo.—
Testimonies for the Church 8:140 (1904)
.
[300]
En el cielo todo es noble y elevado. Todos buscan el interés y
la felicidad de otros. Ninguno se dedica a velar por sí mismo y a
cuidarse a sí mismo. El principal gozo de todos los seres santos
es presenciar el gozo y la felicidad de aquellos que los rodean.—
Testimonies for the Church 2:239 (1869)
.
Me pareció estar allí donde todo era paz, donde jamás pueden
entrar los conflictos tormentosos de la tierra; a saber, en el cielo, un
reino de justicia donde están congregados todos los santos y puros y
bienaventurados, diez mil veces diez mil y miles de miles, viviendo
y caminando en intimidad feliz y pura, alabando a Dios y al Cordero
que está sentado en el trono.
Sus voces estaban en perfecta armonía. Nunca se hacen daño
unos a otros. Los príncipes del cielo, los potentados de este poderoso
reino, sólo son rivales en el bien, en buscar la felicidad y el gozo
mutuos. El mayor allí es el menor en autoestima, y el menor es el
mayor en su gratitud y en su riqueza de amor.
No hay errores oscuros que nublen el intelecto. La verdad y el
conocimiento—claros, vigorosos y perfectos—han ahuyentado toda
duda, y ninguna penumbra de duda arroja su sombra funesta sobre