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El Evangelismo
de la iglesia permanecen ociosos. Esto no es en ningún sentido la
orden de Dios.—
The Review and Herald, 18 de noviembre de 1884
.
Una fuerza de trabajo acrecentada por los miembros
—
¿Cómo pueden nuestros hermanos y hermanas seguir viviendo cerca
de grandes números de personas que no han sido amonestadas, sin
idear métodos para poner al trabajo todo instrumento por medio del
cual el Señor podría trabajar para gloria de su nombre? Nuestros
dirigentes experimentados comprenderán la importancia de estos
asuntos y podrán hacer mucho por aumentar las fuerzas puestas al
trabajo. Pueden hacer planes para alcanzar a muchos que viven en
las áreas urbanas y en las zonas rurales. Al dedicarse con calma,
firmeza y consagración a educar a los feligreses para que se dedi-
quen a la obra personal en favor de las almas dondequiera que se
presente la oportunidad favorable de hacerlo, el éxito señalará sus
esfuerzos.—
Manuscrito 53, 1910
.
Vuestro vecindario está maduro para la siega
—La verdad
triunfará gloriosamente. Comiencen las iglesias a llevar a cabo la
obra que el Señor les ha encomendado: la obra de abrir las Escrituras
ante los que viven en tinieblas. Hermanos y hermanas, en vues-
tro vecindario hay almas que se convertirían si alguien trabajara
juiciosamente por ellos. Hay que trabajar con empeño en favor de
los que no comprenden la Palabra. Lleguen a ser participantes de
la naturaleza divina los que profesan creer la verdad, y entonces
verán que los campos están maduros para realizar el trabajo que
pueden hacer todos los que están preparados por haber vivido la
Palabra.—
Australasian Union Conference Record, 11 de marzo de
1907
.
La distribución de las publicaciones de puerta en puerta
—
Hermanos y hermanas, ¿os pondréis la armadura cristiana? “Calza-
dos los pies con el apresto del evangelio de la paz”, estaréis prepara-
dos para ir de una casa a otra, llevando la verdad a la gente. A veces
encontraréis que es penoso hacer esta clase de obra; pero si salís con
fe, el Señor irá delante de vosotros, y hará que su luz brille sobre
vuestro sendero. Entrando en los hogares de vuestros vecinos para
vender o para dar nuestras publicaciones y con humildad enseñarles
la verdad, os veréis acompañados por la luz del cielo, que permane-
cerá luego en estos hogares.—
The Review and Herald, 24 de mayo
de 1906
.