Página 150 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
Espíritu Santo amolde vuestro lenguaje, limpiándolo de toda escoria.
Hablad como niñitos, recordando que hay muchos de edad madura
que son tan sólo niñitos sin comprensión.
Por oración ferviente y esfuerzo diligente, debemos alcanzar
idoneidad para hablar. Esta idoneidad incluye el pronunciar cada
sílaba claramente, poniendo la fuerza y el énfasis donde pertenecen.
Hablad lentamente. Muchos hablan velozmente, apresurándose de
una palabra a otra, con tal rapidez que se pierde el efecto de lo
que se dice. Poned el espíritu y la vida de Cristo en lo que decís...
Para los que oyen, el Evangelio es poder de Dios para la salvación.
Presentadlo en su sencillez.—
Consejos para los Maestros Padres y
Alumnos, 242 (1913)
.
Atención en la preparación de los sermones
—Los discursos
dados sobre la verdad presente están llenos de material importante,
y si estos discursos se consideran cuidadosamente antes de ser pre-
sentados a la gente, si son sintéticos y no cubren demasiado terreno,
si el espíritu del Maestro se trasluce en la enunciación, nadie será
dejado en las tinieblas, nadie tendrá razón de quejarse de no haber
sido alimentado. La preparación, tanto en el predicador como en el
auditorio, tiene muchísimo que ver con el resultado.
Citaré aquí unas pocas palabras que oí recientemente: “Siempre
sé por la longitud del sermón del Sr.-----si ha estado mucho tiempo
fuera de casa durante la semana—dijo un miembro del rebaño—.
Cuando los prepara con cuidado, sus discursos son de una exten-
sión moderada, pero es casi imposible que sus oyentes olviden las
enseñanzas en ellos presentadas. Cuando no ha tenido tiempo para
prepararse, sus sermones son irrazonablemente largos, y es igual-
mente imposible extraer algo de ellos que retenga la memoria”.
A otro ministro capaz se le preguntó qué longitud estaba acos-
tumbrado a dar a sus sermones. “Cuando me preparo cabalmente,
media hora; cuando estoy tan sólo parcialmente preparado, una hora;
pero cuando ocupo el púlpito sin preparación previa, continúo ha-
blando durante cualquier extensión de tiempo que queráis; de hecho,
nunca sé cuándo detenerme”.
[133]
He aquí otra declaración llena de fuerza: “Un buen pastor—dice
un escritor—, debe tener siempre abundancia de pan en su bosquejo,
y su perro en sujeción. El perro es su celo, al cual debe manejar, dar
órdenes y moderar. Su bosquejo lleno de pan es su mente llena de