Página 179 - El Evangelismo (1994)

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El mensaje y su presentación
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gente. Es el mensaje del tercer ángel el que representa la verdadera
prueba para la gente. Satanás inducirá a los hombres a fraguar falsas
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pruebas, y así tratar de oscurecer el valor del mensaje de verdad,
anulando sus efectos.
El mandamiento de Dios, que ha sido casi universalmente invali-
dado, es la verdad decisiva para este tiempo... Llegará el tiempo en
que todos los que adoren a Dios serán distinguidos por esta señal.
Serán conocidos como los siervos de Dios, por esta señal de lealtad
al cielo. Pero todas las pruebas hechas por el hombre distraerán la
mente de las grandes e importantes doctrinas que constituyen la
verdad presente.
Es el deseo y el plan de Satanás introducir entre nosotros a per-
sonas que vayan a grandes extremos: hombres de mentes estrechas,
que son críticos e incisivos, y muy tenaces en sostener sus propias
concepciones sobre lo que la verdad significa. Serán muy exigentes y
tratarán de poner en vigencia deberes rigurosos, exagerando muchos
asuntos de menor importancia, mientras descuidan los problemas de
más peso de la ley: el uicio y la misericordia de Dios. Por la obra de
unas pocas personas de esta clase, todo el cuerpo de observadores
del sábado será catalogado como fanático, farisaico y exagerado. Se
pensará que la obra de la verdad, a causa de estos obreros, no es
digna de atención.
Dios tiene una obra especial que los hombres de experiencia
deben hacer. Han de guardar la causa de Dios. Han de cuidar de que
la obra de Dios no se confíe a hombres que crean que es su privilegio
avanzar de acuerdo con su propio juicio independiente, para predicar
lo que les plazca, no haciéndose responsables ante nadie de las
instrucciones que imparten o del trabajo que realizan. Si este espíritu
de suficiencia propia gobierna en nuestro medio, no habrá armonía
de acción, ni unidad de espíritu, ni seguridad para la obra, ni habrá
saludable crecimiento en la causa. Habrá falsos maestros, malos
obreros que, insinuando el error, apartarán a las almas de la verdad.
Cristo oró porque sus seguidores fueran uno, como él era uno con
el Padre. Los que desean ver esta oración contestada, deben tratar
de desanimar la más leve tendencia a la división, y tratar de obtener
el espíritu de unidad y amor entre los hermanos.—
The Review and
Herald, 26 de mayo de 1888
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