Página 246 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
Métodos de confirmar decisiones
Cristo hablaba directamente a sus oyentes
—Ni siquiera la
muchedumbre que con tanta frecuencia seguía sus pasos era para
Cristo una masa confusa de seres humanos. Hablaba y exhortaba
directamente a cada mente y se dirigía a cada corazón. Observaba
los rostros de sus oyentes, notaba cuándo se iluminaban, notaba
la mirada rápida y comprensiva que revelaba que la verdad había
llegado al alma, y en su corazón vibraba en respuesta una cuerda de
gozo afín.—
La Educación, 227 (1903)
.
El vigilaba el rostro cambiante
—Jesús vigilaba con profundo
fervor los rostros cambiantes de sus oyentes. Los que expresaban
interés y placer le causaban gran satisfacción. A medida que las
saetas de la verdad penetraban hasta el alma a través de las barreras
del egoísmo, y obraban contrición y finalmente gratitud, el Salvador
se alegraba. Cuando su ojo recorría la muchedumbre de oyentes
y reconocía entre ellos rostros que había visto antes, su semblan-
te se iluminaba de gozo. Veía en ellos promisorios súbditos para
su reino. Cuando la verdad, claramente pronunciada, tocaba algún
ídolo acariciado, notaba el cambio en el semblante, la mirada fría y
prohibitiva que le decía que la luz no era bienvenida. Cuando veía
a los hombres rechazar el mensaje de paz, su corazón se transía de
dolor.—
El Deseado de Todas las Gentes, 214, 215 (1898)
.
Predicad para lograr decisión
—Sed fervorosos y positivos al
dirigiros a la gente. Vuestro tema puede ser excelente, y el mismo
que la gente necesita, pero haríais bien en mezclar declaraciones
positivas con ruegos persuasivos...
Presentad el claro “así dice el Señor” con autoridad, y exaltad la
sabiduría de Dios en la Palabra escrita. Inducid a la gente a decidirse;
mantened la voz de la Biblia siempre ante ellos. Decidles que habláis
lo que sabéis y que testificáis de aquello que es verdad, porque Dios
lo ha dicho. Sean vuestras predicaciones cortas y al punto, y al
mismo tiempo exigid una decisión. No presentéis la verdad de una
manera formal, mas permitid que el corazón sea vitalizado por el
Espíritu de Dios, y que vuestras palabras sean habladas con tal
certidumbre, que los que oyen sepan que la verdad es una realidad
para vosotros.—
Carta 8, 1895
.
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