Página 262 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
El bautismo de emergencia
—Hay que tomar las medidas nece-
sarias para satisfacer el pedido de bautismo realizado por el anciano.
El no tiene fuerzas suficientes para ir a ----- o a -----, y la única forma
como puede realizarse esta ceremonia consiste en conseguir una tina
de baño para bautizarlo en ella.—
Carta 126, 1901
.
El poder guardador de Dios
—Después que el alma creyente
ha recibido el rito del bautismo debe recordar que ha sido dedicada
a Dios, a Cristo y al Espíritu Santo...
Todos los que estudian la vida de Cristo y practican su enseñanza
llegarán a ser como Cristo. Su influencia será como la suya. Mani-
festarán solidez de carácter. Están establecidos en la fe y no serán
vencidos por el diablo a causa de la vanidad o el orgullo. Tratan de
andar por la humilde senda de la obediencia, y procuran hacer la
voluntad de Dios. Su carácter ejerce una influencia que promueve
el progreso de la causa de Dios y contribuye a mantener su obra en
una saludable pureza...
En estas almas cabalmente convertidas el mundo encuentra tes-
tigos del poder santificador de la verdad sobre el carácter humano.
Mediante ellas Cristo da a conocer a todos su carácter y su voluntad.
En la vida de los hijos de Dios se manifiesta la bendición que se
recibe cuando se sirve al Señor, y lo opuesto de esto se advierte en
los que no observan sus mandamientos. La línea de demarcación es
bien clara. Todos los que obedecen los mandamientos de Dios son
guardados por su gran poder en medio de la influencia corruptora de
los transgresores de su ley. Desde el súbdito más humilde hasta el
que ocupa la posición de confianza más elevada, todos son guardados
por el poder de Dios por medio de la fe en la salvación.—
Manuscrito
56, 1900
.
Dedicados a Dios
—Desde entonces en adelante el creyente debe
tener presente que está dedicado a Dios, a Cristo y al Espíritu Santo.
Debe subordinar a esta nueva relación, todas las consideraciones
mundanales. Ha declarado públicamente que ya no vive en orgullo
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y complacencia propia. Ya no ha de vivir en forma descuidada e
indiferente. Ha hecho un pacto con Dios. Ha muerto al mundo,
debe vivir para Dios y dedicarle toda la capacidad que le confió,
sin perder jamás de vista el hecho de que lleva la firma de Dios; es
un súbdito del reino de Cristo, participante de la naturaleza divina.