Página 331 - El Evangelismo (1994)

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La obra en las grandes ciudades norteamericanas
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pasiones de la turba, porque sus integrantes eran ignorantes y habían
puesto su confianza en el hombre. Así fue como fueron inducidos
a denunciar y rechazar a Cristo y a elegir a un ladrón y asesino en
su lugar. La obra en el Sur debe hacerse sin ruido ni ostentación.
Los misioneros que están verdaderamente convertidos y que sienten
la responsabilidad de la obra, busquen sabiduría de parte de Dios
y con todo el tacto de que sean capaces vayan a trabajar en este
campo. Los misioneros médicos pueden encontrar un campo de
trabajo donde aliviar la aflicción de quienes están aquejados por
dolencias corporales. Deberían contar con recursos para vestir a los
desnudos y alimentar a los hambrientos. La obra de beneficencia
cristiana producirá mayor beneficio que la predicación de sermo-
nes... Sean los obreros semejantes a Cristo, para que por precepto y
ejemplo ejerzan una influencia elevadora. Provéanse de las lecciones
más adecuadas y sencillas de la vida de Cristo para presentarlas
a la gente. No deben espaciarse sobre puntos doctrinales, o sobre
características de nuestra fe que pueden parecer extrañas y nuevas;
pero en cambio presenten los sufrimientos y el sacrificio de Cristo;
pongan de relieve su justicia y manifiesten su gracia; den a conocer
su pureza y santidad de carácter. Los obreros que trabajen en los
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campos del sur necesitarán enseñar a la gente línea sobre línea y
precepto sobre precepto, un poquito aquí y otro poquito allí.—
The
Review and Herald, 24 de diciembre de 1895
.
Hay que animar a los obreros de las ciudades del sur
—El
Señor ha estado obrando. Hermanos míos, en lugar de criticar lo que
se ha hecho, ahorrad vuestras palabras para las grandes ciudades que
aún no han sido trabajadas, tales como Nueva Orleans, Menfis y San
Luis. Id a esos lugares y trabajad por la gente, pero no pronunciéis
palabras de censura concernientes a quienes han procurado con tanto
empeño hacer todo lo posible para promover la obra. Algunas veces
esos obreros estaban casi desanimados, pero nosotros continuamos
orando por ellos. A cualquier lugar donde iba, yo pedía las oraciones
del pueblo de Dios en favor de ellos.—
The Review and Herald, 25
de mayo de 1905
.
Filadelfia, Nueva Orleans y San Luis
—Ud. habla de la obra
que debería realizarse en los Estados Unidos, pero que no se ha
hecho. Yo quisiera hablar de estos campos descuidados tal como se
me ha presentado este asunto. Quiero hablar no tan sólo en favor