La proclamación del mensaje en otros continentes
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Inglaterra y sus ciudades
¿Cómo hay que amonestarlos?
—Tenemos las grandes ciuda-
des de Inglaterra y el continente que aún no han escuchado el postrer
mensaje de advertencia. ¿Cómo hay que amonestarlos? Si el pueblo
de Dios tan sólo quisiera ejercer fe, trabajaría en una forma admi-
rable para realizar esta obra. Escuchemos las palabras de Cristo:
“Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de
cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que es-
tá en los cielos”.
Mateo 18:19
. ¡Preciosa promesa! ¿Creemos en
ella? ¡Qué resultados maravillosos se verían si las oraciones unidas
de este grupo ascendieran al cielo impulsadas por una fe viviente!
Jesús está listo para tomar esas peticiones y presentarlas a su Pa-
dre, diciendo: “Conozco a estas personas por nombre. Contesta sus
oraciones, porque tengo esculpidos sus nombres en las palmas de
mis manos”.—
Historical Sketches of the Foreign Missions of the
Seventh Day Adventist, 152 (1886)
.
Presentación de la verdad en Londres
—En la iglesia se ne-
cesita celo, y también se requiere sabiduría para encauzarlo. Hasta
ahora habéis puesto demasiado poco empeño en la obra de salvar a
las almas. Si veis que es necesario llevar a cabo una tarea en Londres
y en las ciudades aledañas, debéis contar con una fuerza unida y
de acción irresistible; arremeted con poder y plantad firmemente
el estandarte, como si estuvieseis determinados a hacer triunfar la
verdad. La timidez y los movimientos cautelosos han sido muestras
de falta de fe; se han esperado tan sólo resultados magros...
El hecho de que las cosas se muevan con lentitud en Inglaterra
no constituye una razón para que la gran obra misionera se mueva
lentamente en su tarea de hacer frente a los hábitos y las costumbres
de los hombres por temor a sorprender a la gente. Esta necesita
ser sacudida mucho más aún. Los negocios del Señor requieren
premura, porque las almas están pereciendo sin tener conocimiento
de la verdad...
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Se necesita ejercer precaución; pero si bien es cierto que algunos
obreros son cautos y se dan prisa lentamente, si los que ven la
necesidad de actuar con acometividad no se unen con ellos en la
obra, se perderá mucho, las oportunidades pasarán y no se verán las
brechas de entrada que Dios abre.—
Carta 31, 1892
.