La proclamación del mensaje en otros continentes
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Disto mucho de estar convencida de que esos salones pequeños
y mal iluminados hayan sido los mejores lugares que hubiese sido
posible obtener, o de que en esta gran ciudad de 320 mil habitantes
el mensaje tenga que ser proclamado en un salón subterráneo que
puede acomodar a tan sólo doscientas personas, y la mitad de ellas
sentadas y la otra mitad de pie. Cuando Dios envía ayuda a nuestros
hermanos, ellos deberían hacer fervorosos esfuerzos, aun cuando
éstos les cuestan algo, para llevar la luz a la gente. Este mensaje
debe ser dado al mundo, pero a menos que nuestros hermanos tengan
ideas y planes amplios, no podrán llevar a cabo gran cosa.
Si bien es cierto que debemos trabajar con fervor en favor de las
clases más pobres, no por eso debemos limitar nuestros esfuerzos
a ellas, y tampoco nuestros planes deberían ser trazados de tal ma-
nera que consigamos solamente esa clase de oyentes. Se necesitan
hombres hábiles. Cuanto más habilidad introduzcamos en la obra,
mientras esos talentos estén consagrados a Dios y sean santificados
por su Espíritu, tanto más perfecta será la obra, y tanto más elevada
será la posición que ocupará ante el mundo. El pueblo en general
rehusará el mensaje de amonestación, y sin embargo hay que llevar a
cabo esfuerzos para presentar la verdad a los que ocupan una buena
posición social y que poseen educación tanto como a los pobres
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e iletrados.—
Historical Sketches of the Foreign Missions of the
Seventh Day Adventist, 183, 184 (1886)
.
El problema del auditorio en Suecia
—Tanto en Orebro como
Copenhague, estoy convencida de que habríamos podido tener un
buen auditorio si nuestros hermanos hubiesen conseguido un salón
apropiado para acomodar a la gente. Pero ellos no esperaron mucho
y en consecuencia no recibieron mucho. No podemos esperar que
la gente venga hacia nuestra verdad impopular cuando anunciamos
que nuestras reuniones se llevarán a cabo en un subterráneo o en un
pequeño salón con capacidad tan sólo para cien personas. El carácter
y la importancia de nuestra obra son juzgados por los esfuerzos
que realizamos para llevarla ante el público. Cuando esos esfuerzos
son tan limitados, se causa la impresión de que el mensaje que
presentamos no es digno de tomarse en cuenta. Así es como debido
a su falta de fe nuestros obreros algunas veces hacen que la tarea
resulte muy dura para ellos.—
Historical Sketches of the Foreign
Missions of the Seventh Day Adventist, 200 (1886)
.