La evangelización por medio del canto
413
y perfecta música del cielo. No puedo describirla. Es una melodía
celestial, divina, mientras cada rostro refleja la imagen de Jesús, con
un fulgor de gloria inenarrable.—
Testimonies for the Church 1:146
(1857)
.
Un programa de canto bien dirigido
—El pastor no debe asig-
nar himnos para ser cantados a menos que se le haya asegurado de
antemano que son familiares para los que cantan. Debe señalarse a
una persona idónea para que se haga cargo de este ejercicio, y será
su deber tratar de que se seleccionen himnos tales que puedan ser
cantados con el espíritu y también con el entendimiento.
El canto forma parte del culto a Dios, pero en la forma chapucera
con que con frecuencia se lo conduce no se acredita la verdad y
no se honra a Dios. Debiera haber métodos y orden en esto tanto
como en cualquier otra parte de la obra del Señor. Organícese un
grupo con los mejores cantantes, cuyas voces puedan conducir a la
congregación, y luego únanse a ellos todos los que así lo deseen.
Los que cantan debieran realizar un esfuerzo para cantar en armonía;
debieran dedicar algún tiempo a la práctica a fin de emplear este
talento para la gloria de Dios.
Pero no debiera permitirse que el canto aparte la atención de
las horas devocionales. Si es necesario descuidar una de estas dos
actividades, descuídese el canto.—
The Review and Herald, 24 de
julio de 1883
.
Atracción de la voz humana
—La voz humana que canta la mú-
sica de Dios con un corazón lleno de gratitud y agradecimiento, es
para él mucho más agradable que la melodía de todos los instrumen-
tos musicales que han sido inventados por manos humanas.—
Carta
2c, 1892
.
Precauciones
—Fui llevada a algunos de sus ensayos de coro,
y se me hizo leer los sentimientos existentes en el grupo que Ud.
dirige. Había celos mezquinos, envidia, crítica y murmuración. Dios
requiere un servicio prestado de todo corazón; el formalismo y el
servicio prestados solamente de labios son como bronce que resuena
y como címbalo que retiñe. Su canto tiene como finalidad la ostenta-
ción, y no la alabanza a Dios con el espíritu y el entendimiento. La
condición del corazón revela la calidad de la religión del que profesa
la piedad.—
Carta 1a, 1890
.
[370]