Página 469 - El Evangelismo (1994)

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La obra en favor de ciertas clases especiales
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La causa de Dios en otros países recibiría mucho beneficio si nos
esforzáramos fielmente en bien de los extranjeros que viven en las
ciudades de nuestro país. Entre esos hombres y mujeres hay algunos
que, después de aceptar la verdad, pronto podrían capacitarse para
trabajar por su propio pueblo en este país y en otros países. Muchos
podrían regresar a los lugares de donde vinieron con la esperanza de
ganar a sus amigos para la verdad. Podrían buscar a sus parientes y
amigos para compartir con ellos el mensaje del tercer ángel.—
The
Review and Herald, 29 de octubre de 1914
.
Un medio para extender la obra a otras naciones
—A Dios le
agradaría que su pueblo hiciera más de lo que ha hecho en lo pasado
en la presentación de la verdad para este tiempo a los extranjeros
que viven en los Estados Unidos... Como he testificado durante años,
si captáramos con mayor rapidez las oportunidades que Dios nos
provee, debiéramos ser capaces de ver en esa proliferación de opor-
tunidades para alcanzar a muchos extranjeros en este país, un medio
designado divinamente para extender rápidamente el mensaje del
tercer ángel a todas las naciones de la tierra. Dios en su providencia
ha traído a hombres y mujeres a nuestras mismas puertas, y los ha
arrojado, por así decirlo, en nuestros brazos, a fin de que aprendan
la verdad y se califiquen para llevar a cabo una obra que nosotros no
podríamos hacer para llevar la luz a los que hablan otros idiomas.
Hay una gran obra delante de nosotros. Hay que amonestar al
mundo. Hay que traducir la verdad en muchos idiomas para que
todas las naciones disfruten de su influencia pura y vivificadora. Esta
obra exige el ejercicio de todos los talentos que Dios nos ha confiado:
la pluma, la prensa, la voz, el bolsillo y los afectos santificados del
alma. Cristo nos ha hecho embajadores para que demos a conocer
su salvación a los hijos de los hombres; y si estamos vestidos con la
justicia de Cristo y llenos con el gozo de su Espíritu que mora en el
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interior, no podremos guardar silencio.—
The Review and Herald,
29 de octubre de 1914
.
A la sombra de nuestras puertas
—El mensaje debe predicarse
a los miles de extranjeros que viven en las ciudades de nuestro país...
¿Quién siente una profunda preocupación por ver que el mensaje
se proclame en el Gran Nueva York y en las muchas otras ciudades
donde todavía no se trabaja? No todos los recursos que se reúnen han
de enviarse de los Estados Unidos a otros países distantes, mientras