Página 46 - Fe y Obras (1984)

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Fe y Obras
tener un fundamento sólido para nuestra fe; debe fundarse en la
Palabra de Dios, y sus resultados se manifestarán en obediencia a la
voluntad revelada de Dios. Dice el apóstol: “Sin... [santidad] nadie
verá al Señor”.
Hebreos 12:14
.
La fe y las obras nos mantendrán equilibrados y nos darán el
éxito en la tarea de perfeccionar el carácter cristiano. Jesús dice: “No
todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.
Ma-
teo 7:21
. Refiriéndose al alimento temporal, el apóstol dijo: “Porque
también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si
alguno no quiere trabajar, tampoco coma”.
2 Tesalonicenses 3:10
.
La misma regla se aplica a nuestra nutrición espiritual; si alguno ha
de tener el pan de vida eterna, que haga esfuerzos para obtenerlo.
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Estamos viviendo en un período importante e interesante de
la historia de esta tierra. Necesitamos más fe que la que hemos
tenido hasta ahora; necesitamos un sostén más firme de lo alto.
Satanás está obrando con todo poder para obtener la victoria sobre
nosotros, porque sabe que no tiene sino un corto tiempo para trabajar.
Pablo se esforzó con temor y temblor para obtener su salvación;
¿y no debiéramos temer nosotros, no sea que permaneciendo aún
la promesa alguno de nosotros parezca no haberla alcanzado, y
nos demostremos indignos de la vida eterna? Deberíamos velar en
oración, luchando con esfuerzo agonizante para entrar por la puerta
estrecha.
Jesús suple nuestra deficiencia
No hay excusa para el pecado o para la indolencia. Jesús ha
señalado el camino, y desea que sigamos sus pisadas. El ha sufrido.
El se ha sacrificado como ninguno de nosotros puede hacerlo, para
poder poner la salvación a nuestro alcance. No necesitamos desani-
marnos. Jesús vino a nuestro mundo para poner a disposición del
hombre el poder divino, a fin de que mediante su gracia pudiéramos
ser transformados a su semejanza.
Cuando está en el corazón el propósito de obedecer a Dios, cuan-
do se realizan esfuerzos con ese fin, Jesús acepta esta disposición y
esos esfuerzos como el mejor servicio del hombre, y suple la deficien-
cia con su propio mérito divino. Pero no aceptará a los que pretenden