Página 49 - Fe y Obras (1984)

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Advertencia contra una santificación espuria
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cristiano. Pero si los que pretenden ser santos hasta insinúan que ya
no necesitan escudriñar las Escrituras, podemos declarar sin vaci-
lación que su santificación es espuria. Se están inclinando ante su
propio entendimiento en vez de conformarse a la voluntad de Dios.
Qué exige Dios
Dios exige en la actualidad exactamente lo que exigió a la santa
pareja en el Edén: obediencia perfecta a sus requerimientos. Su ley
permanece inmutable en todas las edades. La gran norma de justicia
presentada en el Antiguo Testamento no es rebajada en el Nuevo.
No es la función del Evangelio debilitar las demandas de la santa
ley de Dios, sino elevar a los hombres para que puedan guardar sus
preceptos.
La fe en Cristo que salva al alma no es lo que muchos presentan.
“Cree, cree -es su pregón-; sólo cree en Cristo, y serás salvo. Es
lo único que necesitas hacer”. La fe verdadera, a la vez que confía
enteramente en Cristo para la salvación, conducirá a la perfecta
conformidad con la ley de Dios. La fe se manifiesta en obras. Y el
apóstol Juan declara: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus
mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él”.
1 Juan
2:4
.
Es inseguro confiar en sentimientos o impresiones; éstos no
son guías confiables. La ley de Dios es la única norma correcta
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de santidad. Por esta ley será juzgado el carácter. Si alguien que
busca la salvación preguntara: “¿Haciendo qué cosa heredaré la vida
eterna?”, los modernos maestros de la santificación contestarían:
“Tan sólo cree que Jesús te salvará”. Pero cuando a Cristo se le
formuló esta pregunta, dijo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo
lees?” Y cuando el que preguntaba replicó: “Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón... y a tu prójimo como a ti mismo”, Jesús
dijo: “Bien has respondido; haz esto, y vivirás”.
Lucas 10:25-28
.
La verdadera santificación se evidenciará por una consideración
concienzuda de todos los mandamientos de Dios, por un desarrollo
cuidadoso de cada talento, por una conversación circunspecta, por
revelar en cada acto la mansedumbre de Cristo.