Página 50 - Fe y Obras (1984)

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Fe y Obras
Una santificación que aleja de la Biblia
Una cantidad de personas presentes en esta asamblea se adherían
a la teoría popular de la santificación, y al exponerse las demandas
de la ley de Dios y mostrarse el verdadero carácter de este error,
un hombre se sintió tan ofendido que se levantó abruptamente y se
retiró de la sala de reuniones. Posteriormente supe que había venido
de Estocolmo para asistir a la asamblea. En una conversación con
uno de nuestros pastores, el hombre afirmó que era perfecto y dijo
que no necesitaba la Biblia, porque el Señor le indicaba directamente
qué tenía que hacer; él estaba muy por encima de las enseñanzas de
la Biblia. ¿Qué puede esperarse de los que siguen sus propias imagi-
naciones en lugar de la Palabra de Dios, sino que serán engañados?
Los tales desechan el único detector de errores, y ¿qué impedirá que
el gran engañador los lleve cautivos a su voluntad?
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Este hombre representa una clase. La santificación espuria di-
rectamente aleja de la Biblia. La religión es reducida a una fábula.
Sentimientos e impresiones se erigen en criterio. Mientras profesan
ser impecables y se vanaglorian de su rectitud, los que presumen de
santos enseñan que los hombres están en libertad de transgredir la
ley de Dios y que los que obedecen sus preceptos han sido destitui-
dos de la gracia. Una presentación de las demandas de la ley levanta
su oposición y excita su ira y desprecio. De ese modo revelan su
carácter, por cuanto “los designios de la carne son enemistad contra
Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”.
Romanos 8:7
.
El verdadero seguidor de Cristo no hará jactanciosas proclama-
ciones de santidad. El pecador es convencido de pecado por la ley
de Dios. Ve su propia pecaminosidad en contraste con la perfec-
ta justicia que la ley prescribe, y esto lo lleva a la humildad y el
arrepentimiento. Se reconcilia con Dios por medio de la sangre de
Cristo; y al continuar caminando con El, obtendrá una comprensión
más nítida de la santidad del carácter de Dios y de la naturaleza tras-
cendente de sus requerimientos. Verá más claramente sus propios
defectos y sentirá la necesidad de un continuo arrepentimiento y una
fe constante en la sangre de Cristo.
El que lleva consigo un permanente sentido de la presencia
de Cristo no puede entregarse a la confianza en sí mismo o a la