Página 84 - Fe y Obras (1984)

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Fe y Obras
ángeles del cielo están interesados en el hombre. El poder de la
Omnipotencia está al servicio de los que confían en Dios. El Padre
acepta la justicia de Cristo en favor de sus seguidores, y éstos están
rodeados con la luz y la santidad que Satanás no puede penetrar. La
voz del Capitán de nuestra salvación habla a sus seguidores, diciendo:
“‘Confiad, yo he vencido al mundo’. Yo soy vuestro amparo; avanzad
hacia la victoria”.
La cruz del Calvario
Mediante Cristo, se dan al hombre tanto restauración como re-
conciliación. El abismo abierto por el pecado ha sido salvado por la
cruz del Calvario. Un rescate pleno y completo ha sido pagado por
Jesús en virtud del cual el pecador es perdonado y es mantenida la
justicia de la ley. Todos los que creen que Cristo es el sacrificio ex-
piatorio pueden ir y recibir el perdón de sus pecados, pues mediante
los méritos de Cristo se ha abierto la comunicación entre Dios y
el hombre. Dios puede aceptarme como su hijo y yo puedo tener
derecho a El y puedo regocijarme en El como en mi Padre amante.
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Debemos centralizar nuestras esperanzas del cielo únicamente
en Cristo, pues El es nuestro Sustituto y Garante. Hemos transgre-
dido la ley de Dios, y por las obras de la ley ninguna carne será
justificada. Los mejores esfuerzos que pueda hacer el hombre con su
propio poder son inútiles para responder ante la ley santa y justa que
ha transgredido, pero mediante la fe en Cristo puede demandar la
justicia del Hijo de Dios como plenamente suficiente. Cristo satisfizo
las demandas de la ley en su naturaleza humana. Llevó la maldición
de la ley en lugar del pecador, hizo expiación por él, a fin de que
“todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. La
fe genuina se apropia de la justicia de Cristo y el pecador es hecho
vencedor con Cristo, pues se lo hace participante de la naturaleza
divina, y así se combinan la divinidad y la humanidad.
El que está intentando alcanzar el cielo por sus propias obras al
guardar la ley, está intentando un imposible. El hombre no puede ser
salvado sin la obediencia, pero sus obras no deben ser propias. Cristo
debe efectuar en él tanto el querer como el hacer la buena voluntad
de Dios. Si el hombre pudiera salvarse por sus propias obras, podría
tener algo en sí mismo por lo cual regocijarse. El esfuerzo que el