Página 96 - Fe y Obras (1984)

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Fe y Obras
del Calvario. Satanás te acusará de ser un gran pecador, y tú debes
admitirlo, pero puedes decir: “Sé que soy pecador, y ésa es la razón
por la cual necesito un Salvador. Jesús vino al mundo para salvar
pecadores. ‘La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado’.
1 Juan 1:7
. ‘Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad’.
Vers. 9
. No hay en mí mérito o bondad por la cual pueda reclamar
la salvación, pero presento delante de Dios la sangre totalmente
expiatoria del inmaculado Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo. Este es mi único ruego. El nombre de Jesús me da acceso al
Padre. Su oído, su corazón, están abiertos a mi súplica más débil, y
El suple mis necesidades más profundas”.
Esto es justificación
Es la justicia de Cristo lo que hace que el pecador penitente sea
aceptable ante Dios y lo que obra su justificación. No importa cuán
pecaminosa haya sido su vida, si cree en Jesús como su Salvador
personal, comparece delante de Dios con las vestiduras inmaculadas
de la justicia imputada de Cristo.
El pecador que tan recientemente estaba muerto en transgresio-
nes y pecados es vivificado por la fe en Cristo. Ve, mediante la fe,
que Jesús es su Salvador, y, vivo por los siglos de los siglos, puede
salvar “perpetuamente a [todos] los que por él se acercan a Dios”.
[111]
En la expiación realizada en su favor el pecador ve tal anchura y lon-
gitud y altura y profundidad -ve tal plenitud de salvación, comprada
a un costo tan infinito- que su alma se llena de loor y gratitud. Ve
como en un espejo la gloria del Señor y es transformado en la misma
imagen como por el Espíritu del Señor. Ve el manto de la justicia
de Cristo, tejido en el telar del cielo, forjado por su obediencia e
imputado al alma arrepentida mediante la fe en su nombre.
Cuando el pecador percibe los incomparables encantos de Jesús,
el pecado deja de parecerle atractivo; porque contempla al Señalado
entre diez mil, a Aquel que es enteramente codiciable. Verifica
por experiencia personal el poder del Evangelio, cuya vastedad de
designio es igualada únicamente por su preciosidad de propósito.
Tenemos un Salvador viviente. No se halla en el sepulcro nue-
vo de José; resucitó y ascendió al cielo como Sustituto y Garante