Página 123 - Los Hechos de los Ap

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Heraldos del evangelio
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gridad. Así sucedió cuando Sergio Paulo, el procónsul de Chipre,
escuchaba el mensaje evangélico. El procónsul había hecho llamar a
los apóstoles para que se le enseñara el mensaje que habían venido
a dar; y ahora las fuerzas del mal, obrando por medio del hechicero
Elimas, trataron, con sus funestas sugestiones, de apartarlo de la fe
y frustrar así el propósito de Dios.
Así el enemigo caído trabaja siempre por conservar en sus filas
a los hombres de influencia que, si se convirtieran, podrían prestar
eficaz servicio en la causa de Dios. Pero el fiel obrero evangélico no
necesita temer ser derrotado por el enemigo; porque es su privilegio
ser dotado de poder celestial para resistir toda influencia satánica.
Aunque penosamente acosado por Satanás, Pablo tuvo valor para
increpar a aquel por quien el enemigo estaba trabajando. “Lleno
del Espíritu Santo,” el apóstol, “poniendo en él los ojos, dijo: Oh,
lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de
toda justicia, ¿no cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?
Ahora pues, he aquí la mano del Señor es contra ti, y serás ciego,
que no veas el sol por tiempo. Y luego cayeron en él obscuridad y
tinieblas; y andando alrededor, buscaba quién le condujese por la
mano. Entonces el procónsul, viendo lo que había sido hecho, creyó,
maravillado de la doctrina del Señor.”
El adivino había cerrado los ojos a las evidencias de la verdad
evangélica; y el Señor, con justo enojo, cegó sus ojos naturales,
privándolo de la luz del día. La ceguera no fué permanente, sino
temporal, a fin de que le indujese a arrepentirse y a procurar perdón
del Dios a quien había ofendido tan gravemente. La confusión en
la cual se vió sumido anuló sus sutiles artes contra las doctrinas de
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Cristo. El hecho de que se viera obligado a andar a tientas en su
ceguera demostró a todos que los milagros que los apóstoles habían
realizado, y que Elimas había denunciado como prestidigitación,
eran producidos por el poder de Dios. El procónsul, convencido
de la verdad de la doctrina que enseñaban los apóstoles aceptó el
Evangelio.
Elimas no era un hombre instruido; sin embargo era singular-
mente apto para hacer la obra de Satanás. Aquellos que predican
la verdad de Dios encontrarán al astuto enemigo en muchas formas
diferentes. A veces será en la persona de los instruidos, pero más a
menudo en la de ignorantes a quienes Satanás adiestró como instru-