Página 135 - Los Hechos de los Ap

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La predicación entre los paganos
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para la conducción de todos los asuntos pertenecientes al bienestar
espiritual de los creyentes.
Esto estaba en armonía con el plan evangélico de unir en un solo
cuerpo a todos los creyentes en Cristo, y Pablo tuvo mucho cuidado
de seguir este plan en todo su ministerio. Los que en cualquier lugar
eran inducidos por sus labores a aceptar a Cristo como su Salvador,
eran, al debido tiempo, organizados en iglesia. Se hacía esto aun
cuando los creyentes no fueran sino pocos. Así se les enseñaba a los
cristianos a ayudarse unos a otros, recordando la promesa: “Donde
están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de
ellos.”
Mateo 18:20
.
Y Pablo no olvidaba a las iglesias así establecidas. El cuidado
de esas iglesias pesaba sobre su ánimo como una carga siempre
creciente. Por pequeño que fuera el grupo, era no obstante objeto
de su constante solicitud. Velaba tiernamente por las iglesias más
pequeñas, comprendiendo que necesitaban especial cuidado, a fin
de que los miembros pudieran ser cabalmente establecidos en la
verdad, y enseñados a realizar esfuerzos fervientes y abnegados por
aquellos que los rodeaban.
En todos sus esfuerzos misioneros, Pablo y Bernabé procuraban
seguir el ejemplo de Cristo de voluntario sacrificio y fiel y fervorosa
labor en bien de las almas. Siempre despiertos, celosos e infatigables,
no tomaban en cuenta su personal inclinación y comodidad, sino
que en incesante actividad y orando anhelosamente sembraban la
semilla de verdad. Al propio tiempo tenían mucho cuidado de dar
valiosísimas instrucciones prácticas a cuantos se decidían en favor
del Evangelio. Este fervor y piadoso temor producían en los nuevos
discípulos una duradera impresión acerca de la importancia del
Evangelio.
Cuando se convertían hombres promisorios y capaces como en
el caso de Timoteo, procuraban Pablo y Bernabé presentarles vívi-
damente la necesidad de trabajar en la viña del Señor. Y cuando los
apóstoles se iban a otra ciudad, la fe de esos conversos no dismi-
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nuía, sino que se acrecentaba. Habían sido fielmente instruídos en
el camino del Señor y enseñados a trabajar abnegada, fervorosa y
perseverantemente por la salvación de sus prójimos. Esta solícita
educación de los neófitos era un importante factor del notable éxito