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Los Hechos de los Apóstoles
el escarnio, mostraron su lealtad reuniéndose con tristeza alrededor
del cuerpo de aquel que creían muerto.
Cuál no fué su sorpresa cuando, en medio de sus lamentos, el
apóstol levantó repentinamente la cabeza, y se puso en pie, con
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alabanza de Dios en sus labios. Esta inesperada restauración del
siervo de Dios fué considerada por los creyentes como un milagro
del poder divino, y pareció poner el sello del Cielo sobre su cambio
de creencia. Se regocijaron con indecible alegría, y alabaron a Dios
con renovada fe.
Entre los que se convirtieron en Listra, y que fueron testigos
oculares de los sufrimientos de Pablo, se contaba uno que había de
llegar a ser más tarde un obrero eminente de Cristo, quien había
de participar con el apóstol en las pruebas y los goces del servicio
de avanzada en campos difíciles. Era un joven llamado Timoteo.
Cuando Pablo fué arrastrado fuera de la ciudad, este joven discípulo
se hallaba entre aquellos que se quedaron al lado de su cuerpo
aparentemente sin vida, y que le vieron levantarse, magullado y
cubierto de sangre, pero con alabanzas en los labios, porque se le
había permitido sufrir por Cristo.
Al día siguiente de la lapidación de Pablo, los apóstoles partieron
para Derbe, donde sus labores fueron bendecidas, y muchas almas
fueron inducidas a recibir a Cristo como el Salvador. Pero cuando
“hubieron anunciado el evangelio a aquella ciudad, y enseñado a
muchos,” ni Pablo ni Bernabé estaban contentos con emprender obra
en cualquier otra parte sin confirmar la fe de los conversos que se
habían visto obligados a dejar solos por un tiempo en los lugares
donde habían trabajado recientemente. Y así, sin amedrentarse frente
al peligro, “volvieron a Listra, y a Iconio, y a Antioquía confirmando
los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en
la fe.” Muchos habían aceptado las buenas nuevas del Evangelio, y
se habían expuesto así al vituperio y la oposición. A éstos trataron
los apóstoles de establecerlos en la fe, a fin de que el trabajo hecho
pudiera subsistir.
Como factor importante del crecimiento espiritual de los nue-
vos conversos, los apóstoles se esforzaron por rodearlos con las
salvaguardias del orden evangélico. Organizaron iglesias en todos
los lugares de Licaonia y Pisidia donde había creyentes. En cada
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iglesia elegían directores y establecían el debido orden y sistema