Página 147 - Los Hechos de los Ap

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Pablo exalta la cruz
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Viajando a través de Siria y Cilicia, donde corroboraron las igle-
sias, Pablo y Silas llegaron al fin a Derbe y Listra en la provincia
de Licaonia. Era en Listra donde Pablo había sido apedreado; sin
embargo, lo encontramos de nuevo en el escenario de su anterior
peligro. Estaba ansioso de ver cómo soportaban las pruebas aque-
llos que habían aceptado el Evangelio mediante sus labores. No
se chasqueó; porque descubrió que los creyentes de Listra habían
permanecido firmes frente a una violenta oposición.
Allí Pablo se encontró de nuevo con Timoteo, quien había sido
testigo de sus sufrimientos al fin de su primera visita a Listra, y en
cuya mente la impresión hecha entonces se había ahondado con el
correr del tiempo hasta convencerlo de que era su deber entregarse
plenamente a la obra del ministerio. Su corazón estaba unido al de
Pablo, y anhelaba compartir las labores del apóstol ayudando como
pudiera.
Silas, el compañero de labor de Pablo, era un obrero probado,
dotado con el espíritu de profecía; pero la obra que debía hacerse era
tan grande, que se necesitaba preparar más obreros para el servicio
activo. En Timoteo, Pablo vió uno que comprendía la santidad de la
obra del ministerio; uno que no desmayaba frente al sufrimiento y la
persecución; y que estaba dispuesto a ser enseñado. Sin embargo, el
apóstol no se atrevió a asumir la responsabilidad de darle a Timoteo,
un joven inexperto, una preparación en el ministerio evangélico, sin
satisfacerse antes plenamente respecto a su carácter y su vida.
El padre de Timoteo era griego y su madre judía. Desde la niñez
había conocido las Escrituras. La piedad que vió en su vida de hogar
era sana y cuerda. La fe de su madre y de su abuela en los oráculos
sagrados era para él un constante recuerdo de la bendición que aca-
rrea el hacer la voluntad de Dios. La Palabra de Dios era la regla por
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la cual esas dos piadosas mujeres habían guiado a Timoteo. El poder
espiritual de las lecciones que había recibido de ellas conservó puro
su lenguaje y evitó que le contaminaran las malas influencias que le
rodeaban. Así las que le instruyeron en el hogar habían cooperado
con Dios en prepararlo para llevar responsabilidades.
Pablo vió a Timoteo fiel, firme y sincero, y le escogió como
compañero de labor y de viaje. Las que habían enseñado a Timoteo
en su infancia fueron recompensadas viendo al hijo de su cuidado
unido en estrecho compañerismo con el gran apóstol. Timoteo era