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Los Hechos de los Apóstoles
espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de
fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y harále
entender diligente en el temor de Jehová.” El así ungido vendría “a
predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados
de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos abertura
de la cárcel; a promulgar año de la buena voluntad de Jehová, y día
de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a
ordenar a Sión a los enlutados, para darles gloria en lugar de ceniza,
óleo de gozo en lugar del luto, manto de alegría en lugar del espíritu
angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová,
para gloria suya.”
Isaías 11:2, 3
;
61:1-3
.
“He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi
alma toma contentamiento: he puesto sobre él mi espíritu, dará juicio
a las gentes. No clamará, ni alzará, ni hará oír su voz en las plazas.
No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare:
sacará el juicio a verdad. No se cansará, ni desmayará, hasta que
ponga en la tierra juicio; y las islas esperarán su ley.”
Isaías 42:1-4
.
Con convincente poder, Pablo arguyó, fundado en los escritos
del Antiguo Testamento, que “convenía que el Cristo padeciese, y
resucitase de los muertos.” ¿No había profetizado Miqueas: “Con
vara herirán sobre la quijada al juez de Israel”?
Miqueas 5:1
. ¿Y no
había profetizado de sí mismo el Prometido, por medio de Isaías; “Di
mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban el
cabello: no escondí mi rostro de las injurias y esputos”?
Isaías 50:6
.
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Mediante el salmista, Cristo había predicho el trato que iba a recibir
de los hombres: “Yo soy ... oprobio de los hombres, y desecho del
pueblo. Todos los que me ven, escarnecen de mí; estiran los labios,
menean la cabeza, diciendo: Remítese a Jehová, líbrelo; sálvele,
puesto que en él se complacía.” “Contar puedo todos mis huesos;
ellos miran, considéranme. Partieron entre sí mis vestidos, y sobre
mi ropa echaron suertes.” “He sido extrañado de mis hermanos, y
extraño a los hijos de mi madre. Porque me consumió el celo de
tu casa; y los denuestos de los que te vituperaban, cayeron sobre
mí.” “La afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado: y
esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo: y consoladores,
y ninguno hallé.”
Salmos 22:6-8, 17, 18
;
69:8, 9, 20
.
¡Cuán inconfundiblemente claras eran las profecías de Isaías
respecto a los sufrimientos y la muerte de Cristo! “¿Quién ha creí-