Página 181 - Los Hechos de los Ap

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Corinto
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a descripciones poéticas y cuadros fantásticos que pudieran com-
placer los sentidos y alimentar la imaginación, pero que no podrían
alcanzar la experiencia diaria, Pablo trataba, mediante el uso de un
lenguaje sencillo, de introducir en el corazón las verdades de vital
importancia. Las presentaciones fantásticas de la verdad pueden
provocar un éxtasis de sentimiento; pero demasiado a menudo las
verdades presentadas de esta manera no proporcionan el alimento
necesario para fortalecer al creyente para las batallas de la vida.
Las necesidades inmediatas, las pruebas presentes, de las almas que
luchan, deberían satisfacerse con instrucción sana y práctica sobre
los principios fundamentales del cristianismo.
Los esfuerzos de Pablo en Corinto no fueron estériles. Muchos se
volvieron del culto de los ídolos para servir al Dios vivo, y una gran
iglesia se alistó bajo la bandera de Cristo. Algunos fueron rescatados
de entre los gentiles más disipados, y llegaron a ser monumentos
de la misericordia de Dios y la eficacia de la sangre de Cristo para
limpiar del pecado.
El creciente éxito de Pablo en la presentación de Cristo despertó
en los judíos incrédulos una oposición más resuelta. “Se levantaron
de común acuerdo contra Pablo, y lo llevaron al tribunal” de Galión,
entonces procónsul de Acaya. Esperaban que las autoridades, como
en ocasiones anteriores, se pusieran de su parte; y en altas y aira-
das voces expresaron su disgusto contra el apóstol, diciendo: “Este
persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley.”
La religión judía estaba bajo la protección del poder romano; y
los acusadores de Pablo pensaban que si podían probar que violaba
las leyes de su religión, se lo entregarían probablemente para que
lo juzgaran y sentenciaran. Esperaban así lograr su muerte. Pero
Galión era hombre íntegro, y se negó a dejarse engañar por los judíos
celosos e intrigantes. Disgustado por su fanatismo y justicia propia,
no quiso hacer lugar a la acusación. Mientras Pablo se preparaba
para hablar en defensa propia, Galión le dijo que no era necesario.
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Entonces, dirigiéndose a los airados acusadores, dijo: “Si fuera algún
agravio o algún crimen enorme, oh Judíos, conforme a derecho yo
os tolerara: mas si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de
vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas
cosas. Y los echó del tribunal.”