Página 21 - Los Hechos de los Ap

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La preparación de los doce
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futuro de ellos, lo hacía en forma clara y definida, para que en sus
pruebas venideras pudieran recordar sus palabras y ser fortalecidos
creyendo en él como el Redentor.
Les habló también palabras de esperanza y valor. “No se turbe
vuestro corazón—dijo:—creéis en Dios, creed también en mí. En la
casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera
dicho: voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere, y os
aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo: para que
donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde yo voy;
y sabéis el camino.”
Juan 14:1-4
. Por amor a vosotros he venido al
mundo, por vosotros he trabajado. Cuando me vaya, todavía traba-
jaré fervientemente por vosotros. Vine al mundo para revelarme a
vosotros, para que pudierais creer. Voy a mi Padre y a vuestro Padre
para cooperar con él en favor vuestro.
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo
hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al
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Padre.”
Juan 14:12
. Con esto Cristo no quiso decir que los discípulos
habrían de realizar obras más elevadas que las que él había hecho,
sino que su trabajo tendría mayor amplitud. No se refirió meramente
a la realización de milagros, sino a todo lo que sucedería bajo la
acción del Espíritu Santo. “Cuando viniere el Consolador—dijo él,—
el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede
del Padre, él dará testimonio de mí. Y vosotros daréis testimonio,
porque estáis conmigo desde el principio.”
Juan 15:26, 27
.
Estas palabras se cumplieron maravillosamente. Después del
descenso del Espíritu Santo, los discípulos estaban tan llenos de amor
hacia Cristo y hacia aquellos por quienes él murió, que los corazones
se conmovían por las palabras que hablaban y las oraciones que
ofrecían. Hablaban con el poder del Espíritu; y bajo la influencia de
ese poder miles se convirtieron.
Como representantes de Cristo, los apóstoles iban a hacer una
impresión definida en el mundo. El hecho de que eran hombres hu-
mildes no disminuiría su influencia, sino que la acrecentaría; porque
las mentes de sus oyentes se dirigirían de ellos al Salvador, que,
aunque invisible, seguía obrando todavía con ellos. La maravillosa
enseñanza de los apóstoles, sus palabras de valor y confianza, darían
a todos la seguridad de que no obraban ellos por su propio poder,
sino por el poder de Cristo. Al humillarse a sí mismos, declararían