Página 20 - Los Hechos de los Ap

Basic HTML Version

16
Los Hechos de los Apóstoles
Así Cristo trataba de enseñar a sus discípulos la verdad de que en
el reino de Dios no hay fronteras nacionales, ni castas, ni aristocracia;
que ellos debían ir a todas las naciones, llevándoles el mensaje del
amor del Salvador. Pero sólo más tarde comprendieron ellos en toda
su plenitud que Dios “de una sangre ha hecho todo el linaje de los
hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra; y les ha
prefijado el orden de los tiempos, y los términos de la habitación de
ellos; para que buscasen a Dios, si en alguna manera, palpando, le
hallen; aunque cierto no está lejos de cada uno de nosotros.”
Hechos
17:26, 27
.
En estos primeros discípulos había notable diversidad. Habían
de ser los maestros del mundo, y representaban muy variados tipos
de carácter. A fin de realizar con éxito la obra a la cual habían sido
llamados, estos hombres, de diferentes características naturales y
hábitos de vida, necesitaban unirse en sentimiento, pensamiento y
acción. Cristo se propuso conseguir esta unidad. Con ese fin trató
de unirlos con él mismo. La mayor preocupación de su trabajo en
favor de ellos se expresa en la oración que dirigió a su Padre: “Para
que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean en nosotros una cosa;” “y que el mundo conozca
que tú me enviaste, y que los has amado, como también a mí me
has amado.”
Juan 17:21, 23
. Su constante oración por ellos era
[18]
que pudiesen ser santificados por la verdad; y oraba con seguridad,
sabiendo que un decreto todopoderoso había sido dado antes que el
mundo fuese. Sabía que el Evangelio del reino debía ser predicado
en testimonio a todas las naciones; sabía que la verdad revestida con
la omnipotencia del Espíritu Santo, habría de vencer en la batalla
contra el mal, y que la bandera teñida de sangre flamearía un día
triunfalmente sobre sus seguidores.
Cuando el ministerio terrenal de Cristo estaba por terminar, y él
comprendía que debía dejar pronto a sus discípulos para que conti-
nuaran la obra sin su superintendencia personal, trató de animarlos
y prepararlos para lo futuro. No los engañó con falsas esperanzas.
Como en un libro abierto leía lo que iba a suceder. Sabía que estaba
por separarse de ellos y dejarlos como ovejas entre lobos. Sabía que
iban a sufrir persecución, que iban a ser expulsados de las sinagogas
y encarcelados. Sabía que por testificar de él como el Mesías, algu-
nos de ellos serían muertos, y les dijo algo de esto. Al hablarles del