Página 19 - Los Hechos de los Ap

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La preparación de los doce
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al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció
doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar.”
Marcos
3:13, 14
.
Contemplemos la impresionante escena. Miremos a la Majestad
del cielo rodeada por los doce que había escogido. Está por apartarlos
para su trabajo. Por estos débiles agentes, mediante su Palabra y
Espíritu, se propone poner la salvación al alcance de todos.
Con alegría y regocijo, Dios y los ángeles contemplaron esa
escena. El Padre sabía que la luz del cielo habría de irradiar de
estos hombres; que las palabras habladas por ellos como testigos de
su Hijo repercutirían de generación en generación hasta el fin del
tiempo.
Los discípulos estaban por salir como testigos de Cristo, para de-
clarar al mundo lo que habían visto y oído de él. Su cargo era el más
importante al cual los seres humanos habían sido llamados alguna
vez, siendo superado únicamente por el de Cristo mismo. Habían de
ser colaboradores con Dios para la salvación de los hombres. Como
en el Antiguo Testamento los doce patriarcas eran los representantes
de Israel, así los doce apóstoles son los representantes de la iglesia
evangélica.
Durante su ministerio terrenal, Cristo empezó a derribar la pared
divisoria levantada entre los judíos y gentiles, y a predicar la salva-
ción a toda la humanidad. Aunque era judío, trataba libremente con
los samaritanos y anulaba las costumbres farisaicas de los judíos con
respecto a ese pueblo despreciado. Dormía bajo sus techos, comía
junto a sus mesas, y enseñaba en sus calles.
El Salvador anhelaba exponer a sus discípulos la verdad concer-
niente al derribamiento de la “pared intermedia de separación” entre
[17]
Israel y las otras naciones,—la verdad de que “los Gentiles sean
juntamente herederos” con los judíos, y “consortes de su promesa en
Cristo por el evangelio.”
Efesios 2:14
;
3:6
. Esta verdad fué revelada
en parte cuando recompensó la fe del centurión de Capernaum, y
también cuando predicó el Evangelio a los habitantes de Sicar. Fué
revelada todavía más claramente en ocasión de su visita a Fenicia,
cuando sanó a la hija de la mujer cananea. Estos incidentes ayudaron
a sus discípulos a comprender que entre aquellos a quienes muchos
consideraban indignos de la salvación, había almas ansiosas de la
luz de la verdad.