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Los Hechos de los Apóstoles
entre ellos: “Porque aunque os contristé por la carta, no me arrepien-
to, bien que me arrepentí.” Cuando estaba torturado por el temor de
que sus palabras fueran despreciadas, había lamentado a veces haber
escrito tan decidida y severamente. “Ahora me gozo—continuó,—no
porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados pa-
ra arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para
que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque el dolor
que es según Dios, obra arrepentimiento saludable, de que no hay
que arrepentirse.” Ese arrepentimiento producido por la influencia
de la gracia divina en el corazón, induce a la confesión y al abandono
del pecado. Tales fueron los primeros frutos que el apóstol declaró
que se habían visto en la vida de los creyentes corintios. “¡Cuánta
solicitud ha obrado en vosotros, y aun defensa, y aun enojo, y aun
temor, y aun gran deseo, y aun celo!”
Por algún tiempo, Pablo había sentido honda preocupación por
las iglesias,—una preocupación tan pesada que apenas podía sopor-
tarla. Algunos falsos maestros habían tratado de destruir su influen-
cia entre los creyentes y de introducir sus propias doctrinas en lugar
de la verdad evangélica. Las perplejidades y desalientos con que Pa-
blo estaba rodeado se revelan en las palabras: “Sobremanera fuimos
cargados sobre nuestras fuerzas, de tal manera que estuviésemos en
duda de la vida.”
Pero ahora se había quitado una causa de ansiedad. Al oír las
buenas nuevas de la aceptación de su carta a los corintios, Pablo
prorrumpió en palabras de regocijo: “Bendito sea el Dios y Padre del
Señor Jesucristo, el Padre de misericordias, y el Dios de toda conso-
lación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que
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podamos también nosotros consolar a los que están en cualquiera
angustia, con la consolación con que nosotros somos consolados de
Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones
de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consola-
ción. Mas si somos atribulados, es por vuestra consolación y salud;
la cual es obrada en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros
también padecemos: o si somos consolados, es por vuestra conso-
lación y salud; y nuestra esperanza de vosotros es firme; estando
ciertos que como sois compañeros de las aflicciones, así también lo
sois de la consolación.”