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Los Hechos de los Apóstoles
remuneración suficiente los que trabajan fielmente en esta obra? Por
nuestra estima del valor relativo del trabajo por el bien moral y por
el físico, mostramos nuestro aprecio de lo celestial en contraste con
lo terrenal.
Para que haya fondos en la tesorería para el sostén de los minis-
tros y para atender los pedidos de ayuda en las empresas misioneras,
es necesario que el pueblo de Dios dé alegre y liberalmente. Sobre
los ministros descansa la solemne responsabilidad de mantener ante
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las iglesias las necesidades de la causa de Dios, y de enseñarles a ser
liberales. Cuando se descuida esto, y las iglesias dejan de dar para
las necesidades ajenas, no solamente sufre la obra del Señor, sino
que son retenidas las bendiciones que deberían recibir los creyentes.
Hasta los muy pobres deberían traer sus ofrendas a Dios. Ellos
han de participar de la gracia de Cristo negándose a sí mismos para
ayudar a aquellos cuya necesidad es más apremiante que la suya
propia. El don del pobre, el fruto de su abnegación, se presenta
delante de Dios como fragante incienso. Y todo acto de sacrificio
propio fortalece el espíritu de beneficencia en el corazón del dador,
y lo une más estrechamente con Aquel que era rico, pero que por
amor a nosotros se hizo pobre para que por su pobreza fuésemos
enriquecidos.
El acto de la viuda que puso dos blancas—todo lo que tenía—en
la tesorería, fué registrado para animar a los que, aunque luchan con
la pobreza, desean sin embargo ayudar a la causa de Dios mediante
sus dones. Cristo llamó la atención de los discípulos a esa mujer, que
había dado “todo su alimento.” Consideró su dádiva de más valor
que las grandes ofrendas de aquellos cuyas limosnas no exigían
abnegación. De su abundancia ellos habían dado una pequeña por-
ción. Para hacer su ofrenda, la viuda se había privado aun de lo que
necesitaba para vivir, confiando que Dios supliría sus necesidades
para el mañana. Respecto a ella el Salvador declaró: “De cierto os
digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado
en el arca.”
Marcos 12:44, 43
. Así enseñó que el valor de la dádiva
no se estima por el monto, sino por la proporción que se da y por el
motivo que impulsa al dador.
El apóstol Pablo, en su ministerio entre las iglesias, era incan-
sable en sus esfuerzos por inspirar en los corazones de los nuevos
conversos un deseo de hacer grandes cosas por la causa de Dios.