Página 241 - Los Hechos de los Ap

Basic HTML Version

Una iglesia generosa
237
Por otra parte, el espíritu de egoísmo es el espíritu de Satanás.
El principio ilustrado en la vida de los mundanos es el de conseguir,
conseguir. Así esperan asegurarse felicidad y comodidad, pero el
fruto de su siembra es tan sólo miseria y muerte.
Mientras Dios no cese de bendecir a sus hijos, no dejarán ellos
de estar bajo la obligación de devolverle la porción que reclama. No
solamente deben entregar al Señor la porción que le pertenece, sino
que deben también traer a su tesorería, como ofrenda de gratitud,
un tributo liberal. Con corazones gozosos deben dedicar al Creador
las primicias de todos sus bienes: sus más selectas posesiones, su
servicio mejor y más sagrado. Así recibirán abundantes bendiciones.
Dios mismo convertirá sus almas en jardín de riego, cuyas aguas no
falten. Y cuando la última gran cosecha sea recogida, las gavillas
que pudieron llevar al Maestro serán la recompensa de su generoso
[274]
uso de los talentos a ellos confiados.
Los mensajeros escogidos de Dios están empeñados en una labor
agresiva, y no deben verse obligados a pelear a sus propias expensas,
sin la ayuda de la simpatía y el cordial sostén de sus hermanos.
Incumbe a los miembros de la iglesia tratar generosamente a aquellos
que abandonan su empleo secular para entregarse al ministerio.
Cuando se alienta a los ministros de Dios, se hace progresar mucho
su causa. Pero cuando el egoísmo de los hombres los priva de su
legítimo sostén, se debilitan sus manos, y a menudo se menoscaba
seriamente su utilidad.
Se enciende el desagrado de Dios contra los que aseveran seguir-
le y sin embargo permiten que los consagrados obreros sufran por
las necesidades de la vida mientras están ocupados en el ministerio
activo. Los egoístas serán llamados a rendir cuentas no solamente
por el mal uso del dinero de su Señor, sino también por la depre-
sión y pena que su conducta ocasionó a sus fieles siervos. Los que
son llamados a la obra del ministerio, y al llamamiento del deber
renuncian a todo para ocuparse en el servicio de Dios, deben recibir
por sus esfuerzos abnegados suficiente salario para sostenerse a sí
mismos y a sus familias.
En los diversos departamentos del trabajo secular, mental y físi-
co, los obreros fieles pueden ganar buenos salarios. ¿No es la obra
de diseminar la verdad y guiar las almas a Cristo de más impor-
tancia que cualquier negocio común? ¿Y no tienen derecho a una