Página 247 - Los Hechos de los Ap

Basic HTML Version

Trabajos y dificultades
243
tiempo que habían estado con ellos, no habían comido “el pan de
ninguno de balde.” Noche y día trabajamos, escribió, “por no ser
gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos potestad,
sino por daros en nosotros un dechado, para que nos imitaseis.”
2
Tesalonicenses 3:8, 9
.
En Tesalónica Pablo había encontrado personas que se negaban
a trabajar con las manos. Respecto a esta clase escribió más tarde:
“Andan algunos entre vosotros fuera de orden, no trabajando en nada,
sino ocupados en curiosear. Y a los tales requerimos y rogamos
por nuestro Señor Jesucristo, que, trabajando con reposo, coman su
pan.” Mientras trabajaba en Tesalónica, Pablo había tenido cuidado
de presentar a los tales un ejemplo correcto. “Porque aun estando
con vosotros—escribió,—os denunciábamos esto: Que si alguno no
quisiere trabajar, tampoco coma.”
2 Tesalonicenses 3:11, 12, 10
.
En todo tiempo Satanás ha tratado de perjudicar los esfuerzos
de los siervos de Dios introduciendo en la iglesia un espíritu de
fanatismo. Así era en los días de Pablo, y así fué en los siglos ulte-
riores, durante el tiempo de la Reforma. Wiclef, Lutero, y muchos
otros que beneficiaron al mundo por su influencia y fe, afrontaron
los ardides por los cuales el enemigo procura arrastrar a un fana-
tismo excesivamente celoso las mentes desequilibradas y profanas.
Ciertas almas extraviadas han enseñado que la adquisición de la
verdadera santidad eleva la mente por encima de todo pensamiento
terrenal e induce a los hombres a abstenerse enteramente del trabajo.
Otros, interpretando con extremismo cierto texto de la Escritura, han
enseñado que es un pecado trabajar, que los cristianos no debieran
preocuparse de su bienestar temporal y del de sus familias, sino que
deberían dedicar sus días enteramente a las cosas espirituales. La
[281]
enseñanza y el ejemplo del apóstol Pablo son un reproche contra
semejantes conceptos extremos.
Pablo no dependía enteramente de la labor de sus manos para
sostenerse en Tesalónica. Refiriéndose ulteriormente a lo que le
sucedió en esa ciudad, escribió a los creyentes filipenses en recono-
cimiento de los dones que había recibido de ellos mientras estaba
allí: “Aun a Tesalónica me enviasteis lo necesario una y dos veces.”
Filipenses 4:16
. No obstante el hecho de que había recibido esta
ayuda, tuvo cuidado de presentar a los tesalonicenses un ejemplo
de diligencia, de modo que nadie pudiera acusarlo con razón de