Página 269 - Los Hechos de los Ap

Basic HTML Version

La salvación ofrecida a los judíos
265
como nación. Maldecidos, odiados, perseguidos, de siglo en siglo la
suya ha sido una herencia de sufrimiento.
No obstante la terrible sentencia pronunciada sobre los judíos
[305]
como nación en ocasión de su rechazamiento de Jesús de Nazaret,
han vivido de siglo en siglo muchos judíos nobles y temerosos de
Dios, tanto hombres como mujeres, que sufrieron en silencio. Dios
consoló sus corazones en la aflicción, y contempló con piedad su
terrible suerte. Oyó las agonizantes oraciones de aquellos que le
buscaban con todo corazón en procura de un correcto entendimiento
de su Palabra. Algunos aprendieron a ver en el humilde Nazareno a
quien sus padres rechazaron y crucificaron, al verdadero Mesías de
Israel. Al percibir el significado de las profecías familiares por tanto
tiempo obscurecidas por la tradición y la mala interpretación, sus
corazones se llenaron de gratitud hacia Dios por el indecible don
que otorga él a todo ser humano que escoge aceptar a Cristo como
Salvador personal.
Es a esta clase a la cual Isaías se refiere en su profecía: “Las
reliquias serán salvas.” Desde los días de Pablo hasta ahora, Dios,
por medio de su Santo Espíritu ha estado llamando a los judíos
tanto como a los gentiles. “Porque no hay acepción de personas
para con Dios,” declaró Pablo. El apóstol se considera a sí mismo
deudor “a Griegos y a bárbaros,” tanto como a los judíos; pero nunca
perdió de vista las indiscutibles ventajas de los judíos sobre otros,
“lo primero ciertamente, que la palabra de Dios les ha sido confiada.”
“El evangelio—declaró—es potencia de Dios para salud a todo aquel
que cree; al Judío primeramente y también al Griego. Porque en él
la justicia de Dios se descubre de fe en fe; como está escrito: Mas el
justo vivirá por la fe.” Es de este Evangelio de Cristo, igualmente
eficaz para el judío y el gentil, del que el apóstol en su Epístola a los
Romanos declara que no se avergüenza.
Cuando este Evangelio se presente en su plenitud a los judíos,
muchos aceptarán a Cristo como el Mesías. Entre los ministros
cristianos son pocos los que han sido llamados a trabajar por el
pueblo judío. Pero a éstos que han sido pasados por alto, tanto como
a todos los otros, ha de darse el mensaje de misericordia y esperanza
en Cristo.
[306]
En la proclamación final del Evangelio, cuando una obra especial
deberá hacerse en favor de las clases descuidadas hasta entonces,