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Los Hechos de los Apóstoles
lentamente de entre ellos. “Y aconteció que bendiciéndolos, se fué
de ellos; y era llevado arriba al cielo.”
Lucas 24:51
.
Mientras los discípulos estaban mirando arriba para recibir la
última vislumbre de su Señor que ascendía, él fué recibido en las
gozosas filas de los ángeles celestiales. Mientras estos ángeles lo
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escoltaban a los atrios de arriba, cantaban triunfalmente: “Reinos
de la tierra, cantad a Dios, cantad al Señor; al que cabalga sobre los
cielos de los cielos.... Atribuid fortaleza a Dios: sobre Israel es su
magnificencia, y su poder está en los cielos.”
Salmos 68:32-34
.
Los discípulos estaban todavía mirando fervientemente hacia
el cielo cuando “he aquí, dos varones se pusieron junto a ellos en
vestidos blancos; los cuales también les dijeron: Varones Galileos,
¿qué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús que ha sido tomado
desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir
al cielo.”
Hechos 1:10, 11
.
La promesa de la segunda venida de Cristo habría de mantenerse
siempre fresca en las mentes de sus discípulos. El mismo Jesús a
quien ellos habían visto ascender al cielo, vendría otra vez, para lle-
var consigo a aquellos que aquí estuvieran entregados a su servicio.
La misma voz que les había dicho: “He aquí, yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo,” les daría la bienvenida a su
presencia en el reino celestial.
Así como en el servicio típico el sumo sacerdote ponía a un lado
sus ropas pontificias, y oficiaba con el blanco vestido de lino del
sacerdote común, así Cristo puso a un lado sus ropas reales, fué
vestido de humanidad, ofreció sacrificio, siendo él mismo el sacer-
dote y la víctima. Como el sumo sacerdote, después de realizar su
servicio en el lugar santísimo, salía vestido con sus ropas pontificias,
a la congregación que esperaba, así Cristo vendrá la segunda vez,
cubierto de vestidos tan blancos “que ningún lavador en la tierra los
puede hacer tan blancos.”
Marcos 9:3
. El vendrá en su propia gloria,
y en la gloria de su Padre, y toda la hueste angélica lo escoltará en
su venida.
Así se cumplirá la promesa de Cristo a sus discípulos: “Vendré
otra vez, y os tomaré a mí mismo.”
Juan 14:3
. A aquellos que le
hayan amado y esperado, los coronará con gloria, honor e inmortali-
dad. Los justos muertos se levantarán de sus tumbas, y los que estén
vivos serán arrebatados con ellos al encuentro del Señor en el aire.
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