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Los Hechos de los Apóstoles
a Dios y lo llevaban adonde él no pudiera ser su defensa en el día de
prueba.
Las palabras de reproche del Salvador a los hombres de Nazaret
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se aplicaron, en el caso de Pablo, no solamente a los judíos incrédu-
los, sino también a sus propios hermanos en la fe. Si los dirigentes
de la iglesia hubiesen abandonado plenamente sus sentimientos de
amargura contra el apóstol, y le hubieran aceptado como a uno es-
pecialmente llamado por Dios para dar el Evangelio a los gentiles,
el Señor habría permitido que lo tuvieran por más tiempo. Dios no
había dispuesto que las labores de Pablo terminaran tan pronto; pero
no hizo un milagro para contrarrestar el curso de las circunstancias
creadas por el proceder de los dirigentes de la iglesia de Jerusalén.
El mismo espíritu conduce aún a los mismos resultados. El
dejar de apreciar y aprovechar las provisiones de la gracia divina
ha privado a la iglesia de muchas bendiciones. Cuán a menudo el
Señor habría prolongado la obra de algún fiel ministro si sus labores
hubieran sido apreciadas. Pero si la iglesia permite que el enemigo
de las almas pervierta el entendimiento, de modo que se falseen e
interpreten mal las palabras y los actos del siervo de Cristo; si se
llega a obstruir su camino y estorbar su utilidad, el Señor los priva
algunas veces de la bendición que había dado.
Satanás está obrando continuamente por medio de sus agentes
para desanimar y destruir a los elegidos por Dios para llevar a cabo
una obra grande y buena. Ellos pueden estar listos para sacrificar aun
la vida misma por el adelanto de la causa de Cristo; sin embargo, el
gran engañador sugerirá o inspirará dudas a sus hermanos concer-
nientes a ellos, dudas que si se abrigan, destruirán la confianza en
su integridad de carácter, y así malograrán su utilidad. Demasiado a
menudo tiene éxito en acarrearles, por medio de sus propios herma-
nos, tal tristeza de corazón que Dios en su gracia interviene para dar
descanso a sus perseguidos siervos. Después que las manos están
cruzadas sobre su pecho exánime, cuando la voz de amonestación y
aliento se acalla, entonces los obstinados pueden despertar y ver la
magnitud de las bendiciones de que se privaron. Su muerte puede
realizar lo que no logró hacer su vida.
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