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Los Hechos de los Apóstoles
deseaban matar a todos los presos. La ley de Roma sancionaba
este cruel recurso, y el plan habría sido llevado a cabo en seguida,
si no hubiese sido por aquel hacia el cual todos estaban por igual
profundamente obligados. Julio el centurión sabía que Pablo había
sido el medio de salvar la vida de todos los que estaban a bordo;
además, convencido de que el Señor estaba con él, temía hacerle
daño. El, por lo tanto, “mandó que los que pudiesen nadar, se echasen
los primeros, y saliesen a tierra; y los demás, parte en tablas, parte
en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo
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a tierra.” Cuando se repasó la nómina, no faltaba ninguno.
Los náufragos fueron recibidos bondadosamente por la gente
bárbara de Melita. Estos, “encendido un fuego—escribe Lucas,—nos
recibieron a todos, a causa de la lluvia que venía, y del frío.” Pablo se
mostró activo entre los que ministraban a la comodidad de los demás.
Habiendo “recogido algunos sarmientos, y puéstolos en el fuego, una
víbora, huyendo del calor, le acometió a la mano.” Los circunstantes
se horrorizaron; y viendo por su cadena que Pablo era un preso,
se dijeron el uno al otro: “Ciertamente este hombre es homicida,
a quien, escapado de la mar, la justicia no deja vivir.” Mas Pablo
sacudió el reptil al fuego, y no padeció ningún mal. Conociendo la
naturaleza venenosa de la víbora, la gente esperaba que en cualquier
momento cayese al suelo en terrible agonía. “Mas habiendo esperado
mucho, y viendo que ningún mal le venía, mudados, decían que era
un dios.”
Durante los tres meses que los náufragos se quedaron en Me-
lita, Pablo y sus compañeros en el trabajo aprovecharon muchas
oportunidades de predicar el Evangelio. De manera notable el Señor
obró mediante ellos. Por causa de Pablo, toda la compañía de los
náufragos fueron tratados con suma bondad; se suplieron todas sus
necesidades, y al abandonar Melita fueron provistos liberalmente
de todo lo necesario para su viaje. Los principales incidentes de su
estada allí se resumen brevamente por Lucas en estas palabras:
“En aquellos lugares había heredades del principal de la isla,
llamado Publio, el cual nos recibió y hospedó tres días humanamente.
Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de
fiebres y de disentería: al cual Pablo entró, y después de haber orado,
le puso las manos encima, y le sanó: y esto hecho, también los
otros que en la isla tenían enfermedades, llegaban, y eran sanados: