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Los Hechos de los Apóstoles
ahora, al encontrarse debilitado por la edad, fatigado, enfermo y
confinado en una húmeda y obscura celda subterránea de una prisión
romana. Los servicios de Lucas, el amado discípulo y fiel amigo,
eran un gran consuelo para Pablo y le permitían comunicarse con
sus hermanos y con el mundo externo.
En ese tiempo de prueba, el corazón de Pablo se regocijaba por
las frecuentes visitas de Onesíforo. Este amable ciudadano de Efeso
hizo todo lo que estaba en su poder para aminorar la dureza del
encarcelamiento del apóstol. Su amado maestro estaba encadenado
por causa de la verdad mientras él estaba libre; y no escatimó ningún
esfuerzo para hacer más soportable la suerte de Pablo.
En la última carta que el apóstol escribió, habla acerca de este
fiel discípulo: “Dé el Señor misericordia a la casa de Onesíforo
que muchas veces me refrigeró, y no se avergonzó de mi cadena:
antes, estando él en Roma, me buscó solícitamente, y me halló. Déle
el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día.”
2
Timoteo 1:16-18
.
El anhelo de simpatía y amor es implantado en el corazón por
Dios mismo. Cristo, en su hora de agonía en el Getsemaní anhe-
ló la simpatía de sus discípulos. Y Pablo, aunque aparentemente
indiferente a las penalidades y el sufrimiento, deseaba vivamente
simpatía y compañerismo. La visita de Onesíforo, que atestiguaba
su fidelidad en el tiempo de soledad y abandono, infundió alegría y
regocijo a quien había dedicado su vida a servir a otros.
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